QUIERO SER DISCÍPULO DE JESÚS
La reflexión sapiencial de Israel tiene como fundamento la aceptación de la gran diferencia entre Dios y el ser humano, y en la medida que este último comprenda que depende enteramente de Dios, podrá alcanzar la plenitud de su existencia. Esta es la razón por la que la virtud más extraordinaria que todo hombre debe practicar es el temor de Dios. De este modo, el sabio lo es porque reconoce que ha recibido la sabiduría de Dios, y porque toma conciencia de que no podrá nunca abarcar el designio divino y sus proyectos como una conquista, sino más bien como un dejarse doblegar por la magnificencia de un Dios que no tiene otro deseo más que ver a su creatura realizarse plenamente.
La carta a Filemón es la más pequeña de las cartas auténticas de Pablo. La escribe desde la prisión probablemente en Éfeso. Onésimo, un esclavo de Filemón que es amigo de Pablo, ha escapado por una mala administración de su servicio. Éste decide ir a Éfeso y se encuentra a Pablo encarcelado. Parece que va a buscar que Pablo interceda a su favor, pero se queda con él para atenderlo. Pablo lo convierte a la fe y pasado un tiempo prudencial decide devolverlo a su amo con esta misiva. Pablo, con una hábil persuasión, exhorta – por no decir ordena – a Filemón para que reciba nuevamente a Onésimo, con una salvedad; este desde la fe se ha convertido en su hermano. Pablo usa todas sus armas de persuasión para convencer a Filemón que permita entrar nuevamente a Onésimo a su casa. ¿Lo habrá logrado? No lo sabemos.
Para el evangelista seguir a Jesús implica una total adhesión a él, por lo que no puede nadie ocupar ese puesto importante, ni la propia familia. Aunque esto pueda sonar muy duro escuchar, la fidelidad al seguimiento no se puede comparar con ningún bien que posee el ser humano. Las comparaciones que Jesús utiliza refrendan la toma conciencia de lo que implica seguir a Jesús. No puedes aventurarte a emprender este proyecto si no tienes claro lo que implica asumirlo plenamente. Sin duda, es una exhortación a quienes han decidido ser discípulos de Jesús, pero parece que no han sido tan conscientes de lo que implicaba esta responsabilidad. Trascender las realidades de este mundo es todo un desafío para el creyente, especialmente en un contexto en que el deseo de poder y de riqueza viene haciendo estragos en las relaciones humanas. Se hace urgente sacar tiempo para reflexionar, situarnos en contexto, ¿quién soy? ¿acaso soy Dios? ¿acaso puedo disponer de la vida y la suerte de los demás? ¿qué derecho tengo de hacer lo que me dé la gana? ¿No soy consciente de que algún día moriré? ¿Por qué me afano tanto en las cosas de este mundo? Ayúdanos Señor a orar con humildad: “Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo”.