EL DISCÍPULO ES EXIGIDO POR JESÚS

Si preguntáramos cuántos de nosotros queremos seguir a Jesús, seguro que todos levantaríamos las manos, verdad?
En eso, creo, que no nos equivocaríamos al responder afirmativamente.
Y si se preguntara cuántos de los que se dicen discípulos de Jesús, quieren renunciar a lo que no es santo, todos levantarían las manos?
Nuestra relación con Jesús, está marcada por el seguimiento a Él.
Hoy encontramos, en el evangelio, que Jesús pone una serie de exigencias para ser un buen discípulo suyo (Lc. 14,25-33).
Las exigencias son “renuncias”.
Pide Jesús renunciar a la familia (esposo-a, padre, madre, hijos), a los bienes y cargar la cruz. Pero estas renuncias terminan con una sentencia: “no puede ser discípulo mío”.
A muchos una vez más, les gusta un cristianismo sin la cruz de la: exigencia, de la fidelidad misma, de la coherencia.
No serás tú, yo, o todos que estemos en ese grupo?
Quiénes son esas personas? Según Jesús, son como: la gente que quiere construir edificios sin presupuesto; o como el Rey que quiere ir a una batalla sin mucha gente para enfrentar a quien tiene más soldados.
Nuevamente vale la pregunta: estaré en ese grupo?
Renunciar a la familia, a los bienes, a los demás no es despreciarlos. No es esa la intención del Maestro.
Lo que Jesús pide a sus discípulos es que nada ni nadie debe ser piedra de tropiezo para seguirle, servirle, amarle y proclamarle.
Que Jesús mismo nos anime para que aceptemos el reto de seguirle de verdad.
El que quiera ser discípulo de Jesús, ya sabe cuál es la propuesta de Jesús que se convierte en una exigencia permanente.
Con mi bendición:

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