LA SALVACIÓN VIENE DE DIOS Y ES PARA TODOS
¿Saben cuánto nos ama Dios?, ¿de verdad lo sabes? Tanto nos ama Dios que nos ofrecer su salvación: para todos y esta es gratuita (cf.Jn.3,16).
Isaías, en la primera lectura, nos cuenta que la salvación de Dios se dará cuando venga a reunir a todos, sin excepción: “vendré para reunir a las naciones de toda lengua” (Is.66,18-21). Nos da signos de que esa salvación ya empezó en el hoy y aquí de nuestra historia: una acción samaritana en bien de los pobres, se organiza la caridad en muchos lugares, la Iglesia siempre fiel y firme en su tarea de continuar la obra de Jesús, gente que vuelve su mirada a Dios (se convierte), familias viven la unidad en medio de la diversidad, hombres y mujeres de Dios que salen al encuentro de los demás predicando y sirviendo, los mismos sacramentos que se viven y se celebran en Iglesia, acogida a los que no piensan como nosotros y que incluso no comparten nuestra fe, etc. ¿Te has dado cuenta de eso?
Es cierto también que esa salvación debe vivirse y/o actualizarse cada día. De ahí la necesidad de ser corregidos, sin rechazar esa corrección. Miremos lo que dice el autor de la carta a los Hebreos: “Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor, no te enfades por su reprensión; porque el Señor reprende a los que ama” (Hb.12,5-7.11-13). ¿Qué pasa cuando somos corregidos? Nuestra vida se fortalece, se robustece, nuestra alma y vida misma es sanada y encaminada por el camino de Dios mismo.
No son pocos los que se salven. Es un error pensar así. Aquel personaje (sin nombre) que aparece en el evangelio de hoy, no entendió esto por eso le pregunta a Jesús: “Señor, ¿serán pocos los que se salven?” (Lc.13,22-30). La respuesta de Jesús, es creo, un reto grande para todo aquel que quiere que se vida tenga un nuevo y renovado sentido: “Esfuércense en entrar por la puerta estrecha”.
Desde una mirada escatológica (esperanzadora), de cara a nuestro “tramo o recta final” de la vida física (en el cielo prometido), podemos pensar siempre que nuestra vida le pertenece a Dios, y que en algún momento nos vamos a tener que ir de este mundo. De Él venimos y a Él volvemos. Lo triste es: estar sin Dios, caminar sin Dios, vivir sin Dios, y morir sin Dios. ¿Estaré en este grupo? Miremos una frase, a manera de sentencia que está puesta en labios de Jesús, según el evangelista Lucas: “Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, se quedarán afuera y llamarán a la puerta diciendo: Señor ábrenos; y Él les contestará: no sé quiénes son ustedes”.
Una vez más les comparto que: el mundo de hoy vive cada vez un cristianismo sin cruz, sin exigencias, sin mandamientos, sin Iglesia, sin Dios mismo. Es un mundo relativista: ya no me dice nada las cosas de Dios, venga de quien venga (de laicos, de pastores, de la Iglesia misma, inclusive de otras confesiones no católicas). Eso nos debe preocupar (estar sin Dios, caminar sin Dios…), nos debe preocupara que mucha gente no le cree a Dios (Mc.6,6). Creo que estamos siempre a tiempo para volvernos para Dios y dejar que Él nos transforme por su gracia. Siempre toma la iniciativa de salvarnos: “firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre”, es el lenguaje del salmista hoy Domingo (Salmo 116).
¿Me puedo esforzar para agradarle a Dios a pesar de mis miserias, faltas o pecados?, ¿puedo vivir conforme a lo que Dios quiere? Es todo un reto grande y permanente.
Nos recordamos que la Salvación, es un regalo de amor que viene de Dios y es para todos!!!
Con mi bendición.