Queridos amigos
¿Se imaginan ustedes a Jesús como un hombre violento, angustiado, incendiario? Sin duda que no. Y ciertamente no es eso lo que se deduce de los evangelios en su conjunto. Pero tampoco vamos a aguar del todo lo que Jesús quiso decir y dijo con frases como: “No he venido a traer la paz a la tierra, sino la división…He venido a prender fuego sobre la tierra, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo (su pasión y muerte), ¡y qué angustia hasta que se cumpla!…” (Lc 12, 49-53). Son frases que están ahí y que deben inquietarnos y llevarnos a revisar nuestro estilo de ser y de vivir como cristianos.
“Si el Reino de Dios ha de venir por la violencia -una violencia que no es creación suya- , ¡que venga el reino! Si lo violento de este mundo ha de salir siempre con la suya, entonces no se podrá hacer nunca nada bueno. Y si los buenos han de ser disuadidos de hacer el bien porque esto provoca violencia, entonces el mal habrá triunfado para siempre”. (P.Vawter C.M.) ¡Que venga el Reino, aunque quienes no lo quieren se opongan! La no violencia activa es parte del Evangelio (Mt 5,38-42. Lc 6,27-30).
Me pregunto si como cristianos no nos hemos ablandado, edulcorado y achatado un tanto. Si no nos estamos acomodando y viviendo demasiado con la mundaneidad (de la que nos previene el Papa Francisco). Si no nos estamos quedando, como dice el Señor cuando encara a los buenos porque no son astutos y valientes para el bien como sí lo son los malos para el mal (Lc 16,8). Y si no nos faltará garra, pasión, violencia interior y hacia fuera. Sólo los violentos conquistarán el cielo, dice el Señor (Mt. 11,12).
Lo que Jesús nos dice por Lucas no podemos interpretarlo sólo figurativamente -(como si el fuego del que habla es el fuego del amor, etc.), ni tampoco sólo como resultado de la provocación que origina Jesús con su modo de vida y su pasión por el bien y la verdad (en cuanto que El resulta “piedra de tropiezo”, de caída o resurrección, como le dijo el viejo Simeón a María (Lc 2,34)).
Lo que Jesús dice hay que entenderlo desde su vida de luchador, en lucha contra el mal hasta la muerte. Una vez más, la clave para entender lo que dicen sus labios es su vida. Hay que entenderlo también desde la invitación que nos hace a beber su cáliz y a ser bautizados con su bautismo de muerte (Mc 10,38). O desde la que hizo a los hijos del trueno (Santiago y Juan). ¡Lo haremos dijeron ellos…! y lo hicieron, dando su vida por él. Hoy -tiempo de ´mártires- debemos estar dispuestos a darlo todo por él.