El evangelio del domingo del día de hoy guarda relación temática con los domingos anteriores ya que pertenece a la misma perícopa acerca de “El Pan de Vida”. Hoy se centra fundamentalmente en la importancia que tiene la comida en la vida de los hombres ya que todos necesitamos comer, desde una perspectiva biológica, para satisfacer nuestras necesidades biológicas y para compartir los momentos de amistad y fraternidad. En la vida espiritual nos sucede lo mismo; necesitamos nutrirnos de la presencia de Cristo, como Pan de Vida, para progresar y profundizar en nuestra vida de fe.
El Señor nos da su misma carne y su misma sangre como comida y bebida verdaderas que alimentan nuestra vida de hijos de Dios. Gracias al don de la Eucaristía, Jesús resucitado establece una comunicación personal, una nueva relación de vida entre Él, el Padre y nosotros.
Celebrar la Eucaristía y comulgar el Cuerpo y la sangre del Señor es querer acoger el propio espíritu, desear vivir más unidos al Señor y a todos los hermanos y querer compartir con ellos nuestras vidas.
La Eucaristía nos compromete a practicar el amor, la justicia, la unión entre todos los hombres, nuestros hermanos, y por eso el hecho en sí de recibir el Cuerpo de Cristo lo llamamos “comunión”.
Las comunidades cristianas de la Iglesia, desde sus primeros comienzos, cumplen el mandato del señor. “Hagan esto en memoria mía”. Los primeros cristianos se reunían fraternalmente en sus casas, especialmente el domingo, para festejar con gozo la muerte y resurrección de Jesús en torno al banquete eucarístico. También en la actualidad los cristianos nos reunimos en torno a la Eucaristía especialmente el domingo. La Misa dominical es para nosotros un encuentro real con el mismo Señor resucitado y una invitación a transformar constantemente nuestra vida como discípulos suyos.
Al participar ahora nosotros en la Eucaristía, Jesús nos anuncia aquella convivencia feliz y definitiva en el banquete del reino de Dios en que se saciarán todos los que tienen hambre de verdadera felicidad.
La santa Misa es así anticipación de la vida eterna marcada por el encuentro con Dios Padre y con la Iglesia Celestial.
La celebración Eucarística, centro de la sacramentalidad de la Iglesia y la más plena presencia de Cristo en la humanidad, es centro y culmen de toda la vida sacramental.
La Eucaristía es fuente de evangelización porque ella es, en cierta manera, el “centro del Evangelio”, ya que aparece relacionada con la Pascua, como está narrado en los textos de la institución de la Eucaristía (Mt. 26,17-25) y con los temas más importantes del mismo evangelio como la proclamación de la Palabra de Dios, la conversión y la fe, la caridad y la koinonía (solidaridad, participación, comunicación…) la reconciliación y el perdón e, incluso, la vida eterna (J.6; Hech. 2,42-46; 1 Cor. 10,14-22).