LA RESURRECCIÓN DE JESÚS, FIESTA DE LA FE Y DE LA MISERICORDIA INFINITA
¿Sabes Jesús que muchas veces nos alejamos de tu amor?, nos das tantas pruebas de que existes y sin embargo seguimos dudando de ti, pedimos y pedimos pruebas de si vives y si eres Todopoderoso, qué contradicción vivimos Jesús. Todo esto, Jesús, por los problemas que pasamos, por las desesperanzas que tenemos, por el covid19, por los amigos que nos fallan, porque no vemos nada claro empezamos a dudar de ti, perdónanos Jesús. Pensamos, que cuando comulgamos recibimos “la hostia” y no tu cuerpo, sangre, alma y divinidad; perdónanos también por eso Jesús. Sabemos que te encontramos en la confesión, y no queremos acudir a este bendito sacramento donde experimentamos cuán hermosa es tu misericordia, perdónanos Jesús. Sabemos que estás en la oración, en ese diálogo hermoso que debemos tener cada día, cada instante contigo, pero le damos tiempo a otras cosas que no son santas; perdónanos también, por eso Jesús. Creemos, a veces, Jesús, que eres un recuerdo de antaño, que no estás en la Cruz, y menos en el sagrario, por eso es que no acudimos a ti; perdónanos Jesús. Ayúdanos a creer más en ti y en tus promesas para que nos dejemos transformar por tu gracia.
Jesús ha resucitado y llena de sentido nuestra vida. Uno de los frutos de la Resurrección del Señor es la unidad y la solidaridad. Si creo en Dios que está vivo, me esforzaré en vivir la unidad fruto del amor y me preocuparé de que mi prójimo tenga lo que necesite: “todos pensaban y sentían lo mismo…Ninguno pasaba necesidad” (Hch.4, 32-35). Ser testigos del Resucitado, hablar y actuar en su nombre, es todo un reto en medio de un mundo que cada vez se vuelve más incrédulo. ¿Sabes que hacían los apóstoles?: “Con gran poder los apóstoles, daban testimonio de la Resurrección del Señor Jesús; y todos gozaban de gran estima entre el pueblo”. La valentía y el coraje apostólicos, animaban las comunidades de los primeros siglos, y les llenaba paz y esperanza. Qué gran tarea tenemos hoy en día como Iglesia: creerle más a Dios para que mucha gente se acerque a Él, experimente su gracia, ame, siga, sirva y proclame al Señor.
La clave para entender el amor de Dios, según Juan en su primera carta es: “que guardemos sus mandamientos” (1Jn.5,1-6). Y estos nunca serán una carga, aún cuando haya personas que digan lo contrario. Hay gente que pudiera decir: “tantas normas en la Iglesia”, “¿por qué ponen tantos peros en la Iglesia con tantas normas?”. La respuesta no se deja esperar en San Juan: “Y sus mandamientos no son una carga, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo”.
El miedo, la desesperanza, la duda, el rechazo, el cuestionamiento racional sin fundamento y sin sentido, son algunos de los tantos “enemigos de la fe” que constatamos a diario, y a los que nos podemos enfrentar. En medio de ese mundo en el que vivimos, Jesús viene como lo que es: la paz y la esperanza. Dice el evangelio de hoy: “entró Jesús, se puso en medio y les dijo Paz a ustedes” (Jn.20,19-31). Esa paz va de la mano con una certeza o una confirmación de que Él es real (y no “una fuerza cósmica” o “una energía” como dicen muchos grupos que quieren confundir la fe sencilla de nuestro pueblo). “Y diciendo esto les enseñó las manos y el costado”. Jesús no sólo es real, sino que cercano, y nos invita a confiar, y a no dudar; es eternamente misericordioso. Quiere prolongar su amor salvador en todos (cf.Jer.31,3).
Todo encuentro con Jesús provoca: conversión, sanación, gozo, liberación, ganas de anunciar su reino y de servirle en el pobre: “Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor”. Cuando te encuentras con Jesús, ¿vas a estar triste y sin esperanza? Él es misericordioso, él nos entiende, nos comprende, nos perdona, pero también nos pide que creamos en Él: “Luego le dijo a Tomás: trae tu dedo aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; Y NO SEAS INCRÉDULO SINO CREYENTE”.
No es suficiente creer en Dios, hay que creerle a Él. Las cosas de Dios, sus promesas, su vida misma, no podemos dudar nunca. Para las cosas de Dios, un AMÉN o ASÍ SEA Y ASÍ LO CREO, hará que nuestra fe se fortalezca cada vez más. El amén de Tomás está traducido en un: “Señor mío y Dios mío”.
Aquí no cabe miedos, ni tristezas, ni angustias, ni desesperanzas, ¿saben por qué?: PORQUE CRISTO HA RESUCITADO. ALELUYA.
La Resurrección de Jesús, siempre será la fiesta de la Fe y de la misericordia infinita. Con mi bendición.