Escuchar y Obedecer para recibir bendición
Ya comenzamos hace más de una semana un camino espiritual muy especial: la Santa Cuaresma. Es bueno recordar entonces que es tiempo de gracia y de conversión, es tiempo para volver nuestra mirada a Dios, y hacer que con nuestra conversión todos también se vuelvan para Dios.
Abraham, cuyo personaje conocemos y que aparece en esta primera lectura de hoy domingo (Gen.22,1-2.9-13.15-18) nos pone en una actitud que muy pocos somos capaces de asumir: la obediencia. Si obedezco, es porque escucho, y si escucho es porque tengo la firme resolución o el firme propósito de cumplir con lo que se me pide: “Abraham. Él respondió: Aquí me tienes. Dios le dijo: Toma a tu hijo único…y ofrécemelo allí en sacrificio…”
¿Soy capaz de escuchar a Dios?, ¿quizás sigo escuchando otras voces que no son las de Dios?, ¿soy humilde para obedecer a Dios?, ¿qué busco de Dios?
Abraham no escuchó otra voz que no era la de Dios, supo discernir, actuó con humilde fe, y por eso es que recibió bendición: “por haber hecho esto, por no haberte reservado a tu hijo único, TE BENDECIRÉ…”
Jamás deberíamos tener miedo de escuchar a Dios y de hacer lo que él nos pida: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” (Rom.8,31b-35).
Recita la estrofa de un canto: “Puedo confiar en el Señor, él me va a guiar; puedo confiar en el Señor, no me va a fallar…”
La palabra de Dios es sabia y nos da esperanza: “Confía en él, que te acogerá” (Eclo.2,1ss).
Pedro, Santiago y Juan tuvieron un privilegio especial del maestro: “subió únicamente con ellos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos” (Mc.9,2-10). Ellos “se retiraron del mundo”, para que alejándose del ruido puedan escuchar la voz de Dios: “Este es mi Hijo amado; escúchenlo”.
Cuaresma siempre será un tiempo para retirarnos “del mundo”, para que podamos de verdad escuchar la voz de Dios. Él quiere bendecir nuestra vida. Los apóstoles escucharon la voz de Dios, obedecieron sus mandatos y recibieron bendición. ¿Cuál fue la bendición que recibieron?: podemos hablar de Él siempre: “Llamó a los que él quiso para estar con él y ser sus testigos” (Mc.3,13-19).
¿Cuántos somos capaces de retirarnos “del mundo” para hacer lo que a Dios le agrada? Habrá que tener cuidado de vivir al margen de Dios, de hablar, actuar, pensar y sentir como si Dios no existiera. Los papas nos han advertido “de la dictadura del relativismo” que vive el mundo de hoy. ¿No será que dentro de la Iglesia algunos viven como “si Dios no existiera”. Animémonos a escuchar la voz de Dios en cada obra de amor, en cada sacramento, en cada persona pobre, en cada oración, en que cada palabra recibida de alguien que nos habla en el nombre del Señor, etc, para obedecerle y recibir la bendición que necesitamos.
Es maravilloso escuchar a Dios, es doblemente hermoso cumplir con lo que él nos pide.
Con mi bendición.