Queridos amigos
Saben que estamos entrando en la 2ª semana de Adviento y que tenemos que preparar la venida del Señor, que es mucho más que preparar la Fiesta de Navidad. Para prepararnos el evangelista Marcos inicia su evangelio (Mc 1, 1-8) proponiéndonos el ejemplo de vida de Juan, y el bautismo, que él hizo y que le dio el sobrenombre de “el Bautista”. Fue lo principal que él realizó: un bautismo de conversión con agua, que produjo un cambio y una expectativa grandes entre la gente, y logró reclutar a muchos para ponerse al lado del Mesías a su llegada, la que Juan aseguraba ser inminente. ¿¡Qué habría pasado si hubieran recibido el bautizo por el Espíritu, que Jesucristo iba a traer! (Mc 1,8), y que, comparado con el suyo, Juan reconocía no ser gran cosa?
Nosotros tenemos ese bautizo por el Espíritu, que nos hace ser más grandes que el mismo Juan (Mt 11,11); pero aparte de tenerlo, lo que es puro regalo de Jesús, ¿¡cómo impacta en nosotros nuestro bautismo!? ¿Lo valorizamos en lo que es o nos pasamos la vida sin recordar que somos unos bautizados? ¿Crea en nosotros una mística por Jesús? ¿Es desde nosotros un medio de conversión para la gente, que cambia ante nuestro testimonio de vida? Podríamos seguir haciéndonos preguntas, pero será mejor que nos hagamos un par de promesas: 1. celebrar todos los años el cumplebautismo (como celebro mi cumpleaños), y 2. vivir como Discípulo Misionero del Señor, cada vez más y mejor, que es lo que el bautismo nos pide.
Celebrar todos los años el cumplebautismo, lo considero lógico y bueno. Como considero un contrasentido, por decir lo menos, el que un cristiano diga que el bautismo es lo máximo, y luego no sepa ni cuándo fue bautizado… Usted y los suyos ¿ya saben cuándo fueron bautizados? ¿Lo celebran con una oración cuando llega ese día? Informarte sobre la fecha de tu bautismo con el propósito de celebrarlo cada año, es una buena manera de prepararte para la Navidad. Infórmate y bendice siempre esa fecha.
Vivir como Discípulo Misionero, es una exigencia normal de tu bautismo, que te injertó en Cristo y te hizo partícipe de su oficio sacerdotal, profético y real, para ejercerlo en la iglesia y en el mundo (LG 31). El bautismo produce un encuentro personal y vivo con Jesús, que nos hace sus amigos y hermanos y es el alma del Discípulo. Produce además la necesidad de gritar a todo pulmón y de dar testimonio con la vida, lo maravilloso que es Jesús. De la abundancia del corazón habla la boca. Discípulo y misionero son las dos caras del bautizado. Seámoslo en este Adviento.