Queridos hermanos, nos seguimos encontrando como todas las semanas, para meditar juntos la palabra y el mensaje de salvación que nos viene de parte de Dios, a través de la Sagrada Escritura.

Estamos dentro de un tiempo que nos permite reflexionar acontecimientos concretos y fundantes dentro de la vida de Jesucristo, que van ligados a la vida de todos los cristianos. Sin duda un cristiano no puede ser indiferente con lo que realmente ha predicado el Señor. Ya nos diría a San Vicente de Paúl “para morir como Jesucristo hay que vivir como Jesucristo”.

El evangelio presentado para este domingo tomado de Juan, nos sigue conduciendo en la reflexión del Pan de Vida y parece que en este contexto y en el marco en que nos encontramos, Jesús ha confrontado la realidad del mismo judío, ha confrontado la concepción de haber comido un pan que no tiene contextura, por eso el evangelio nos remite al acontecimiento que los judíos pudieron ver al amanecer, el maná sin forma, sin expresar su ligación y su unidad con el Padre, no tenía mayor sentido, simplemente era un alimento para saciar el momento, por eso  el Señor les increpa no critiquen. El criticar es no sentirnos bien con un mensaje que a veces remueve y revoluciona a nuestra propia conciencia, un actuar contrario a lo que deberíamos ser como auténticos cristianos. Por eso el no criticar, no juzgar, no emitir un juicio anticipado, tiene que llevarnos a la reflexión sincera con los demás, tenemos que aprender a convivir con distintas maneras de manifestar el sentir.

Hay que saber vivir y cohabitar, para decir si verdaderamente lo que nos presentan, es lo que nos va ayudar a ser verdaderos amigos y seguidores de Jesucristo. Recordemos que en esta línea, el evangelio nos encamina dentro del marco del seguimiento de Jesucristo, al estilo del evangelio de Juan, esta dualidad, vida o muerte, qué preferimos escoger, es el planteamiento que hace un alimento que llena el momento, y un alimento que nos da la salvación, al final,  siempre debemos escoger aquel camino que nos conduce al bien. Es Jesús el alimento que sana, que resignifica, que revalora nuestra propia condición de salvados.

Finalmente termina el evangelio, esta es mi carne para la vida futura, es decir, es el alimento qué nos va a volver a liberar, es nuestra segunda oportunidad entonces de poder adherirnos y acoger el plan de salvación de Jesucristo propuesto a lo largo de este tiempo.

Queridos hermanos, no juzguemos y no seremos juzgados, aprendamos a valorar lo que tenemos y sepamos diferenciar en nuestras vidas lo que verdaderamente nos reconforta.

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