El evangelio de este domingo nos presenta al Señor Jesús enseñando sobre la GENEROSIDAD como una manera práctica para vencer la AVARICIA y lo hace aprovechando la petición de una persona de la MULTITUD que le hace un pedido, al igual que el domingo pasado uno de sus DISCÍPULOS le pedía que les enseñase a ORAR, y la petición es “Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia”.
Luego de dejar en claro que Él no es la persona competente para resolver estas cosas “¿Quién me nombró juez o árbitro entre ustedes?, pasa a la enseñanza sobre la GENEROSIDAD, aunque al hacerlo lo hace en sentido negativo, que es lo que se deja entrever en el relato de la parábola que les cuenta a todos sobre aquel hombre rico y el destino que corre a pesar de tanta riqueza acumulada.
En todo el relato de la parábola no se oye que el hombre rico haya pensado en los que no tienen y tomado la determinación de compartir con ellos de lo que a él le sobra. Su preocupación es donde depositar esas riquezas.
Ante esta actitud de AVARICIA del hombre rico, el desenlace de la historia lleva a plantearse la suerte que correrán todos esos bienes acumulados. Muchos lo hacen con el afán de legarlos a los hijos, aunque en muchos casos estos bienes terminan siendo motivo de peleas y enojos entre ellos de tal manera que la familia que al principio se mantenía unida ahora por el reparto de los bienes terminan separadas y como enemigos.
Podríamos aplicar el texto también para visualizar nuestra actitud frente a la creación de la que nos sentimos dueños y la explotamos de tal manera que estamos poniendo en peligro nuestra propia existencia por eso que llaman “calentamiento global” “¿Para quién serán todas las riquezas acumuladas?” si al final terminamos perdiendo la vida todos.
Termina la enseñanza el Señor Jesús aseverando cual es la suerte de los que son llevados por la AVARICIA, y haciendo caer en cuenta que nos conviene más hacernos ricos a los ojos de Dios; y entonces surge la interrogante ¿Señor cómo podemos hacernos ricos a los ojos de Dios? y espero que todos estemos de acuerdo en desear conocer la respuesta. Aquella riqueza que podemos acumular en el cielo a los ojos de Dios son las buenas obras que podemos realizar en favor de los demás de tal manera que rompiendo con nuestra avaricia terminamos siendo generoso con los demás. Tal vez sea bueno recordar aquí una enseñanza de la santa madre Iglesia en favor de todos sus hijos y es la de PRACTICAR LAS OBRAS DE MISERICORDIA: CORPORALES Y ESPIRITUALES. Pues todas ellas nos llevan a salir de nosotros mismos, AVARICIA, para ir al encuentro del otro en su necesidad, GENEROSIDAD, y al hacerlo estaremos acumulando riquezas en el cielo donde la polilla ni el orín las deterioran.
FELIZ DOMINGO PARA TODOS USTEDES. QUE EL SEÑOR DERRAME ABUNDANTEMENTE SU BENDICIÓN SOBRE TODOS.