Queridos amigos
El milagro de la multiplicación de los panes que nos cuenta Juan (6, 1-15) tiene varias lecturas. La más obvia es la de que Jesús, movido a compasión, sació el hambre del gentío que le seguía. La compasión de Jesús es de nuevo aquí la razón de ser del milagro, como lo fue de cuanto Él hizo y dijo. Pero veamos estas otras posibles lecturas: la eucarística, que está en el propósito de Juan, para quien el milagro de Jesús, siendo tan grande, viene a ser solo un signo de otra multiplicación: la de la eucaristía en la que Jesús se multiplica a Sí mismo por millones cada día, para darse a comer a millones… La lectura sociológica, que gusta mucho a los socialistas y comunistas, para quienes lo único importante del relato es el hambre del pueblo y la cuestión social que plantea.
Para mí, el milagro de la multiplicación de los panes plantea varias interesantes preguntas. Esta, por ejemplo: ¿hubiera hecho Jesús el milagro si no hay el muchacho que aporta los cinco panes y los dos peces? No lo sé. Probablemente sí, pero lo cierto es que sólo lo hizo cuando contó con la colaboración del muchacho. Como Dios que era, no hubiera necesitado de nadie ni de nada para hacer el milagro, pero sólo lo hizo cuando alguien le ofreció unos panes. La conclusión del hecho es obvia: para hacer las cosas Dios cuenta con nosotros. Fue así en el milagro y es así en todo, incluidos el cuidado del mundo y el desarrollo humano. Será bueno que lo recordemos.
Después de la compasión de Jesús, la colaboración fue el otro elemento indispensable en la realización del milagro. El tercer elemento fue la distribución o reparto de los panes entre la gente, previamente sentados en grupos de 50 (Lc 9,14). La distribución de la ayuda (y de la riqueza), es casi siempre un problema muy difícil, tanto que un gran economista llegó a decir que el problema del hambre en el mundo es sobre todo un problema de distribución. En el caso de Jesús, se contó con la colaboración de los apóstoles -(de nuevo la colaboración!)- , y de la misma gente, que supo mantenerse ordenada, (quizá choqueada por el milagro que estaban presenciando). Sin duda todos nosotros tenemos experiencias de lo difícil que es y se hace un buen reparto de cosas.
El acopio y recojo de las sobras es otro elemento importante. Se llenaron 12 canastas, observa Juan. Lo curioso es que la orden de recoger las sobras procedió de Jesús: que nada se desperdicie, dijo. Una buena lección, sobre todo en nuestros días, para quienes viven en abundancia y despilfarro. ¿Te sobra algo? Date un tiempo, haz un esfuerzo, recoge lo que te sobra y envíalo a los pobres en friaje por medio de tu parroquia.