Leemos en el evangelio de San Lucas en el día de hoy el conocido pasaje de la visita que el Señor realiza a las hermanas Marta y María. Se ha interpretado con cierta frecuencia que María representa en la escena una actitud “contemplativa” de la vida y Marta, más bien, una actitud “activa”. Estaríamos, entonces, reduciendo la exhortación de Jesús a una valoración dicotómica o dualista entre las dos actitudes fundamentales que deben regir en todo discípulo del Señor: la acción y la contemplación. Sin desvalorar esa doble dimensión que debemos cultivar en nuestra respuesta de fe, el pasaje, en realidad, exige una interpretación más generalizada y centra su interés, sobre todo, en la importancia de escuchar la Palabra de Dios humildemente y con tranquilidad; mostrar una atención atenta y solícita; asimilar el mensaje en el fondo del corazón y luego ponerlo en práctica con serenidad, sin ansiedades; en medio de las actividades de la vida hay que saber “pararse” para escuchar la palabra de Dios, los ecos de la interioridad de nuestro ser. Todo tiene una importancia relativa ante la Palabra de Dios porque interpela, orienta, enseña, nos conduce por el buen camino, nos corrige y purifica nuestros proyectos de vida.
En la sociedad actual esta experiencia que describe el evangelio de hoy y esta respuesta del Señor nos viene “como anillo al dedo”. El hombre actual, ocupado y preocupado por tantas necesidades que nos creamos necesita aprender el arte de escuchar. Necesitamos oír los ecos del silencio interior, curarnos de tanta prisa, evaluar lo que somos y hacemos con realismo y esperanza, sincerarnos con nosotros mismos con una actitud positiva de conversión, sentir la vida que está a nuestro alrededor con ojos críticos de madurez positiva, dialogar abiertamente con las personas, sentir necesidad de los demás, aprender y reconocer sus dones y aportes, y todo ello desde la envoltura y sintonía del discernimiento y de la aceptación de la voluntad de Dios.
Ya sabemos que el trabajo y la actividad son necesarias, y el espíritu de servicio y colaboración también pero el evangelio de hoy nos pone en actitud crítica ante el “activismo”, ante la justificación engañosa de nuestros actos cuando consideramos que todo camina perfectamente porque trabajamos y todo lo demás son “envolturas” superficiales y poco efectivas. Es necesario “sentarse” no solamente para analizar o evaluar lo que hacemos sino para encontrarnos con nosotros mismos y resituarnos ante la vida. Con mucha asiduidad leemos en el evangelio que el Señor se retira a lugares apartados, unas veces solo y otras en compañía de algunos de los discípulos y pasa largo tiempo en silencio, reposo y oración.