¿Se considera usted una persona compasiva? Se lo pregunto porque es el tema del evangelio de hoy (Mc 6, 30-34), que nos habla de la compasión de Jesús. Jesús tiene compasión de sus apóstoles, que regresan cansados después de la misión, y tiene compasión de la gente, que viene a su encuentro y que anda como ovejas sin pastor. Sin duda mucha de esa gente venía de los pueblos misionados por los apóstoles, conmocionada por lo que habían visto y oído (Mc 6, 7-13). La compasión de Jesús para con los apóstoles, le lleva a buscar un sitio tranquilo donde puedan descansar un rato. Su compasión para con la gente le lleva a volver a hablarles del Reino y a curar a cuantos lo necesitan (Lc 9,11).
La compasión, en cuanto expresión del amor misericordioso, es lo máximo en Dios y en Jesucristo cara a nosotros. Es la virtud de la que Dios hace más gala con los hombres. Tanta que un buen día, en un exceso de su compasión, decidió hacerse hombre en Jesucristo para hacer suyo el dolor de los que sufren y compadecerse de nuestras miserias. Es lo que muestran las parábolas de la misericordia del evangelio de S. Lucas (Vean en especial las dos del c.5). Obviamente la compasión debe ser también lo máximo en el cristiano. Sin compasión, nos volvemos egoístas, inhumanos y estériles. Con compasión, nos abrimos a los demás y somos humanos y creativos. Es el caso de San Vicente de Paul, llamado el padre de los pobres.
De la compasión se han dicho cosas bellas y verdaderas. Por ejemplo, que es la flor de la misericordia, y que su fruto es el amor afectivo (ternura) y efectivo (hechos). Los elementos que conforman la compasión son: la atención, la comprensión, la solidaridad, la ayuda, Sabiendo que cuanto mejor los practicamos más compasivos somos y viceversa. ¿Va usted por la vida siempre atento a las necesidades de los demás? ¿Las comprende y hace suyas entrando en sus sentimientos y sufrimientos? ¿Se acerca a ayudar? Si la respuesta es SI, entonces usted está en vías de tener un corazón compasivo
Tendrá un corazón compasivo si, a lo anterior, junta la ayuda y la búsqueda de colaboración para poner remedio definitivo. Ante todo la ayuda, pues, como decía S. Vicente de Paul, “la mano tiene que hacer todo lo posible por conformarse con el corazón”. Su compasión será perfecta si, al mismo tiempo que actúa, busca reforzar su acción de ayuda haciendo que otros muchos entren en el problema para solucionarlo. Es lo más difícil, pero también lo mejor, el grado más perfecto de la compasión. Y es lo que hizo Jesús, cuando, compadecido del pobre pueblo que andaba como ovejas sin pastor, buscó y preparó colaboradores (Mt 9, 32-36).