CONTINUAR LA OBRA DEL MAESTRO
¿Sabes Jesús? Cuántas veces nos muestras que eres grande, cuántas veces proclamamos en nuestro Credo que eres Todopoderoso y no te creemos. ¿Te acuerdas Jesús cuando en el evangelio de Marcos Tú decías que te maravillabas de la falta de fe de los tuyos? (cf.Mc.6,6). Tantas bendiciones recibimos de ti, Señor, y no queremos darnos cuenta; todavía, Jesús, no nos convencemos que nosotros también podemos hablar y actuar en tu nombre. Tanta gente, Señor, hay que todavía no te ama, no te conoce o se cierra a tu amor y necesitas nuestras manos para bendecirlos, nuestros labios para proclamar que Tú vives y reinas, nuestros brazos para consolar a tanta gente que ha perdido la esperanza, nuestros pies para caminar por aquellos caminos que nos quieras llevar para dar a conocer tu mensaje para que el mundo crea (cf.Jn.17,21). Amén.
¿Nos habremos preguntado en algún momento por qué el mundo está como está? La respuesta se saca rápidamente: porque no le terminamos de creerle a Dios, porque nos cerramos a su amor, porque prescindimos de Él y rechazamos todo tipo de exigencia (como por ejemplo los 10 mandamientos). Queremos vivir un mundo de espaldas a Dios y de espaldas al amor fraterno.
Amós, un profeta de Dios, reconoce de dónde viene y cuáles son sus “dificultades” para estar en el camino del Señor: “No soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos” (Am.7,12-15); pero también se abre a la gracia de Dios y a su querer: “El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: ve y profetiza a mi pueblo Israel”. Algo especial quiere Dios de cada uno de nosotros sus hijos y todavía nos cerramos. Qué ingratos somos con Dios. Tanto nos da Él, ¿y cómo le pagamos? El que seamos débiles, pecadores, o que no podamos hablar, o que no tengamos tiempo, nunca será excusa para agradar a Dios y hacer que otros también le agraden.
“Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuéramos santos” (Ef.1,3-14). Tanto nos quiere Dios para su obra redentora que nos llama santos. Desde que nos hemos bautizado se nos ha dado esta gracia como en semilla. El mundo de hoy necesita hombres y mujeres que le crean más a Dios para que este mundo sea como Dios quiere que sea: santo. Hoy el Señor también te elige a ti, quiere usar tus labios para hablar en su nombre, quiere usar tu corazón para amar como Él nos pide, quiere usar tus manos para bendecir a cuanta gente necesita de Dios.
Una vez le pregunté a un grupo de personas: “¿saben cuánta gente necesitó Jesús para evangelizar?, sólo 12 y a veces nos quejamos de que no tengamos gente para hacer tal o cual trabajo en nuestra parroquia o comunidad”. Y según el evangelio de hoy: “llamó, Jesús, a los doce y los fue enviando de dos en dos, DÁNDOLES AUTORIDAD sobre espíritus inmundos” (Mc.6,7-13). Él dio autoridad a sus amigos los Apóstoles. Hoy también lo hace con todos, con cada uno en particular, y a veces somos tan cerrados que no queremos terminar de creer. Una vez me encontré con un amigo sacerdote y le decía: “si todos le creyéramos más a Dios, este mundo sería distinto”, “si nosotros los sacerdotes creyéramos más en lo que Dios nos ha dado, podríamos ayudar a tantísima gente”, “si los laicos juntamente con nosotros creyéramos cuánta bendición hemos recibido de Dios, mucha gente creyera más en Él y por consiguiente se animarían también a actuar como Dios nos pida y este mundo sería distinto” (cf.Filp.2,5). El Apóstol es el enviado por Dios, para dar buenas nuevas, para ser buena nueva para otros, para poner su vida en manos de Dios para que la transforme, para que otros se acerquen a Dios por su testimonio, para invitar a todos a una conversión sincera y permanente, es el que da la paz fruto del Espíritu.
La Iglesia hace lo que hace Jesús. La Iglesia está llamada a continuar la obra del Maestro, para que el mundo crea, y tú también eres Iglesia por tu bautismo. Cristo misionero te quiere misionero para continuar su obra de amor y salvación universal.
Con mi bendición.