Continuar la obra del Maestro
¿Sabes Jesús? Cuántas veces nos muestras que eres grande, cuántas veces proclamamos en nuestro Credo que eres Todopoderoso y no te creemos. ¿Te acuerdas Jesús cuando en el evangelio de Marcos Tú decías que te maravillabas de la falta de fe de los tuyos? (cf.Mc.6,6). Tantas bendiciones recibimos de ti, Señor, y no queremos darnos cuenta; todavía, Jesús, no nos convencemos que nosotros también podemos actuar en tu nombre. Tanta gente, Señor, hay que todavía no te ama, no te conoce o se cierra a tu amor y necesitas nuestras manos para bendecirlos a ellos, nuestros labios para proclamar que Tú vives y reinas, nuestros brazos para consolar a tanta gente que ha perdido la esperanza, nuestros pies para caminar por aquellos caminos que nos quieras llevar para dar a conocer tu mensaje.
¿Nos habremos preguntado en algún momento por qué el mundo está como está?, ¿por qué el mundo está dejando de creer en Dios y de creerle a Él? La respuesta puede sonar muy simple o sencilla: porque no le estamos ayudando a Dios para que este mundo tenga un nuevo y renovado sentido. Si alguien nos pregunta: “oye, ¿por qué no vas a la parroquia que están necesitando gente que se comprometa para evangelizar?”, “¿qué tal si entras a este grupo parroquial o a este servicio misionero?”. La respuesta ya la tenemos prefabricada: “no tengo tiempo”, “eso no es para mí”, “tengo mucho trabajo que hacer en casa”, “yo no sé leer ni escribir”, “tengo miedo, mejor no”…
Amós reconoce de dónde viene y cuáles son sus “dificultades” para estar en el camino del Señor: “No soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos” (Am.7,12-15), pero también se abre a la gracia de Dios y a su querer: “El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: ve y profetiza a mi pueblo Israel”.
Algo especial quiere Dios de cada uno de nosotros sus hijos y todavía nos cerramos. Qué ingratos somos con Dios!!! Tanto nos da Él, ¿y cómo le pagamos? El que seamos débiles, pecadores, o que no podamos hablar, o que no tengamos tiempo, nunca será excusa para agradar a Dios y hacer que otros también le agraden.
“Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuéramos santos” (Ef.1,3-14). Tanto nos quiere Dios para su obra redentora que nos llama santos. Desde que nos hemos bautizado se nos ha dado esta gracia como en semilla. El mundo de hoy necesita hombres y mujeres que le crean más a Dios para que este mundo sea como Dios quiere que sea: santo.
Una vez le pregunté a un grupo de personas: “¿saben cuánta gente necesitó Jesús para evangelizar?, sólo 12 y a veces nos quejamos de que no tengamos gente para hacer tal o cual trabajo en nuestra parroquia”. Y según el evangelio de hoy: “llamó, Jesús, a los doce y los fue enviando de dos en dos, DÁNDOLES AUTORIDAD sobre espíritus inmundos” (Mc.6,7-13). ¿Sabemos que Dios nos da la autoridad para hablar y actuar en su nombre?
A veces somos tan cerrados que no queremos terminar de creer. Una vez me encontré con un amigo sacerdote y le decía: “si todos le creyéramos más a Dios, este mundo sería distinto”, “si nosotros los sacerdotes creyéramos más en lo que Dios nos ha dado, podríamos ayudar a tantísima gente”, “si los laicos juntamente con nosotros creyéramos cuánta bendición hemos recibido de Dios en nuestro bautismo y en otros momentos, mucha gente creyera más en Él y por consiguiente se animarían también a actuar como Dios nos pida” (cf.Filp.2,5). ¿Qué nos falta para creerle más a Dios y obrar como Él pide?
La Iglesia hace lo que hace Jesús. La Iglesia está llamada a continuar la obra del Maestro, para que el mundo crea. ¿Estás dispuesto a continuar tú también la obra del Maestro? Cristo misionero, te quiere misionero.
Con mi bendición.