“Dos milagros en uno”, es lo que nos ofrece el relato del evangelio de hoy (Mc 5, 21-43). Dos en uno, porque el segundo  -la curación de la hemorroísa- , no estuvo en la intención inmediata de Jesús y como que se lo robaron. Aparte de esta curiosidad, el relato abunda en detalles y frases sumamente interesantes. Y tiene un final realmente de antología, al resucitar a la hijita (12 años) de Jairo. El ¡talita kumi! (niña, levántate), que Jesús le dice, es una frase sugerente: ¡país, familia, juventud…, levántate!, parafraseó S. Juan Pablo II en su visita al Perú en 1985.

Otra frase que parafraseó desde que, en su entronización de Papa (1978), habló al pueblo por primera vez, fue: “¡No tengan miedo; sólo crean en Jesucristo…!” Es lo que Jesús le dice a Jairo, cuando le avisan que su agonizante hijita acaba de morir. No temas, solamente ten fe. Es también conmovedora y animadora la frase que le dice a la sufrida hemorroisa después de sanarla: “Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda sana de tu enfermedad”! Cada palabra es un trozo de su corazón misericordoso. Estas palabras suele decirlas el sacerdote cuando, al terminar la confesión sacramental, despide al hermano. Estas expresiones de Jesús son siempre una invitación a la esperanza y un aliciente a la superación.

EVANGELIO DE LA VIGILIA DE LOS APÓSTOLES PEDRO Y PABLO,

Tres veces lo negó Pedro, tres veces le preguntó Jesús si de verdad lo amaba y estaba dispuesto a dar su vida por Él (Jn 21, 15-19). Esto fue en vísperas de su Ascensión y para ratificar el mandato que le diera sobre su Iglesia (Mt 16, 18-19). Esta vez no se habla de piedra ni de llaves ni de atar o desatar; a orillas de un lago, Jesús le habla de corderos (los apóstoles) y de ovejas (todos los discípulos), que él tendrá que pastorear con y desde el amor. Es el único requisito que a Jesús le importa y le pide. No le pregunta si tiene algún título o si se siente capacitado. Le pregunta si lo ama. Ama y haz lo que quieras, dirá S. Agustín.

Pablo ¿por qué me persigues?, es la pregunta que Jesús le hace cuando, camino a Damasco, se le presenta y le pide que le siga. Será, con Pedro, la otra columna de la Iglesia, paro para Jesús es ante todo el hombre corazón. Con Juan, será quien más y mejor hable del amor (1 Cor 13, 1-13). Un amor que, un día, le lleva en éxtasis al cielo y que, otro día, le lleva escribir una bella carta para salvar a un esclavo. Todo cuanto llegó a ser y hacer -Apóstol de los Gentiles, organizador de la iglesia, teólogo del evangelio, etc.-, fue por su inmenso e incondicional amor a Jesús: “vivo yo, mas no yo. Es Cristo quien vive en mi” (Gal 2,20). Morirá mártir, como Pedro, por amor a su Maestro y Señor Jesús.

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