DIOS QUIERE SALVARTE
Un niño de 9 años de edad ingresa a un templo con sus padres, era muy observador, siempre inquieto como todo niño. De pronto mira a un Jesús crucificado de tamaño natural. Habrá que decir que a ese niño, según los médicos especialistas, le quedaba “pocos días de vida” ya que tenía un cáncer generalizado que empezó por su cerebro. El niño, al ver a ese Cristo crucificado, sólo se sentó en el suelo, y empezó a hablar con Él por gestos, y siempre alzaba su mano dirigiéndose a Él y luego se la llevaba a su corazón. Sus padres sólo miraban sorprendidos y con lágrimas en los ojos. Luego de esa visita, van a casa, el niño sólo saltaba de un lado a otro de alegría. Al día siguiente van al hospital, para su control de rutina, y los médicos se sorprenden de ver al niño “feliz y radiante” como decían. Uno de ellos, pidió hacer nuevamente los exámenes especiales, luego de unas cuantas horas con una junta de médicos se acercan a los padres sorprendidos para decirle, delante del niño: “SU HIJO NO TIENE CÁNCER, NO SABEMOS LO QUE HA PASADO”. Su hijo sólo atinó en decir: “Yo sabía que mi amigo, el de la Cruz iba a ser eso”.
¿Sabes querido hermano? Dios tiene un propósito grande: salvar a toda la humanidad y a cada uno en particular. El autor del libro de la sabiduría lo pone así: “Dios no hizo la muerte ni goza destruyendo a los vivientes. Todo lo creó para que subsistiera” (Sab.1,13-15; 2,23-24). Es cierto que en el mundo de hoy somos testigos de la muerte o los signos de la muerte están rondando por el mundo entero. Es más, hay gente que le gusta sembrar miedo y muerte por todas partes, no importando las consecuencias, y en algunos casos usando algunos medios de comunicación para llegar a ese objetivo. Dios, lo que quiere, es que el hombre viva y viva de verdad. Pero advierte el libro de la sabiduría que: “la muerte entró en el mundo por la envidia del diablo, y los de su partido pasarán por ella”. Mucho cuidado con esas personas porque sí hay gente que promueve la muerte las 24 horas del día. Dios quiere darnos vida, y vida en abundancia, aún a pesar de que “el ladrón viene a robar, a matar y a destruir” (Jn.10,10). Tú, yo y todos estamos llamados a ser signo de vida y esperanza para todos sin excepción y nunca lo contrario.
Dios nos pide, nos invita a ser generosos en todo, “en la fe, en la palabra, en el conocimiento, en el empeño, en el cariño” (2Cor.8,7.9.13-15). ¿Cuál es el objetivo, o la motivación? Hay mucha gente que ha perdido la esperanza, la fe, la alegría y las ganas de vivir y de seguir amando. Unidos a Jesús, nuestra vida siempre tendrá un sentido nuevo y renovado tanto así que nos atreveríamos a proclamar a los cuatro vientos, con el salmista: “Te ensalzaré, Señor, porque me has librado. Sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa” (Salmo 29,2.4-6.11-13). ¿Quieres acercarte al Señor? Fíate más de Él y no dudes, no cuestiones, no sacas nada con hacerlo. Esto es todo un reto grande, y mucho más en este mundo donde cada día le da la espalda a Dios y hace cosas contrarias a su amor.
Marcos, en su evangelio hoy, nos presenta a un Jesús lleno de autoridad y de misericordia, que es capaz de cambiar todo, porque es eterno su amor (Mc.5,21-43). Jairo se puso a los pies de Jesús (esto es un signo de adoración, adhesión y pertenencia a Dios) y le hizo un pedido: “Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva”. ¿Te fías o no de Dios? Delante de Él, ¿cuál es tu pedido? ¿Tienes fe para acercarte con total y absoluta confianza a Él? A Jesús le interesa salir al encuentro de sus hijos, y según Marcos, lo hizo con aquella niña. Aparece también, en este relato, la hemorroísa. Curiosamente llama la atención, como su pedido de amor y de fe a Jesús, lo hace: con miedo quizás (“por detrás, entre la gente”), tocando su manto, pero confiando en que no va a sentirse defraudada al hacer eso gesto de llamar la atención o robándole una mirada de compasión a Jesús. Ella puso su fe en acción, rompió esquemas, solo se acercó a Jesús. ¿Cómo va tu fe? ¿Realmente la tienes o tienes una “fe parametrada”? ¿La perdiste porque alguien se murió o se enfermó o te defraudó o te hizo sentir mal? ¿En quién realmente pongo mi esperanza? Nuestra fe no es de sentimientos, aunque estos puedan ser buenos; nuestra fe es de certezas (cf.Hb.11,1.6; Nvo.Cat.150).
¿Cuál fue el fruto de esa cercanía o de ese encuentro que la hemorroisa tuvo con Jesús? La respuesta está en el mismo evangelio: “Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud”. ¿Cuál fue el fruto de esa cercanía o de ese encuentro que Jairo tuvo con Jesús? También el evangelio de Marcos nos lo dice: “No temas, basta que tengas fe”, “Talitha qum” (“contigo hablo niña, levántate”). Esas frases son de órdenes de fe que da Jesús, son palabras que tienen poder y misericordia entrañables. La fe es sencilla, nosotros lo hacemos a veces complicada: dudamos, criticamos o cuestionamos por cuestionar, no creemos que Dios puede bendecir o incluso hasta sanar físicamente (todo lo relativizamos), pensamos que lo de los milagros de Dios no se dan porque eso “pertenece al pasado”, y la lista es larga. Hay gente, incluso algunos líderes, que ponen en tela de juicio el actuar de Dios, eso es triste. ¿En qué Dios creemos? ¿Qué predicamos? ¿Cómo animamos en la fe a los demás?: “Y se maravillaba de su falta de fe” (Mc.6,6).
El niño de la historia, nos da una lección de amor, de fe y de esperanza. Sólo se sentó a hablar con Jesús, le abrió su corazón, y enseñó con ese gesto a sus papás que sí es posible fiarse de Dios a pesar de todo. Dios quiere salvarte.
Con mi bendición: