DIOS TE PROTEGE DEL MAL ¡CONFÍA EN ÉL!
El pueblo de Israel asumió la cosmogonía del mundo cananeo y de las culturas circundantes en busca de su propia explicación sobre sus orígenes y que lo vemos plasmada en los relatos de la creación del Génesis y también en algunos otros escritos como el Deuteroisaías y el libro de Job. Obviamente, la reflexión suscitada después del exilio (s. VI a.C.), los llevó a afirmar el monoteísmo y por tanto la gran afirmación de que este único Dios es el Creador de todo lo que existe. Pero, como parte de esta profunda reflexión, la gran pregunta sobre el mal y su poder trató de ser respondida, dejando de lado el dualismo que equiparaba el bien y el mal y su justificación en dioses buenos y malos. Ahora bien, Israel confesaba el monoteísmo después del exilio, pero mantenía ciertas creencias que provocaban supersticiones como en todos los pueblos y culturas y una de ellas era asociar el poder del mal al mar. Justamente, uno de los elementos míticos refrendados en los relatos cosmogónicos es la existencia de las “aguas primordiales”. De esta forma, el pueblo judío hasta en tiempos de Jesús sostenía un gran temor al mar, creyendo incluso que si se atrevían a navegar mar adentro podían sucumbir ante las bestias mitológicas que habitaban allí, promotoras de las grandes tempestades como el llamado “Leviatán”. Sin duda, una de las expresiones del poder del mal estaba en el mar. Pero, hay algo que sostenía la fe principal de Israel: Dios, el Creador de todo, controlaba el poder del mar, dominaba las bestias mitológicas, y de ese modo sostenía su creación en favor de los hombres. Todo esto es preciso tener en cuenta para entender bien los relatos propuestos en esta liturgia.
El libro de Job en su parte en verso termina con la intervención de Dios, quien por medio de preguntas retóricas pone a distancia el atrevimiento de Job de preguntarle sobre cómo guía el orden de las cosas. Y claramente uno de los elementos a subrayar es que Dios pone a raya el mar, marcando su límite, sometiéndolo definitivamente. Sin duda, una muestra de su poder creador que la mente humana parece no alcanzar a comprender. Esto más adelante será corroborado cuando hable del sometimiento de las bestias mitológicas como el Leviatán a la voluntad creadora de Dios.
En esta misma línea, el evangelio de Marcos destaca en la primera parte del ministerio de Jesús su lucha contra el poder del mal, pues la gran mayoría de signos prodigiosos que revelaban que el Reino de Dios había llegado eran los exorcismos. El autor del evangelio de Marcos trae a la mente a sus destinatarios estas creencias y supersticiones en torno al mal ubicando a Jesús en el Mar de Galilea. De esta forma, las travesías en barca por el Mar de Galilea servirán como un momento revelatorio de la identidad de Jesús, aunque sus discípulos no lo logren comprender. El relato de la tempestad expresa plenamente la resistencia del poder del mal frente a Jesús que ha llegado a derrotarlo plenamente. El problema es que no es algo que solo tendrá que afrontar el hijo de Dios sino también quienes lo sigan. La desesperación de sus discípulos refleja que aun no están preparados para ello, y eso era evidente, pues ni cuando Jesús calmó el viento fuerte en este evangelio profesaron su fe en él, sino más bien expresaron su admiración quedándose solo con una frase inquietante: “¿Quién es este?”.
Hoy en día siguen creciendo supersticiones y creencias en torno al mal y su poder, incluso pareciera que fueran dos fuerzas puestas al mismo nivel como el dualismo de las religiones antiguas, y esto desde la revelación de Jesús resulta inadmisible aceptar. Claro que debemos luchar contra el poder del mal y del maligno, pero no en igualdad de condiciones, porque nosotros hemos sido bautizados, pertenecemos a Dios, somos hijos de Dios. ¿Acaso Dios no nos protegerá del poder del mal? Este es un buen punto para reflexionar si nuestros actos, nuestra vida, cómo manejamos este conflicto coinciden con lo que decimos que creemos. No nos vaya a pasar como los discípulos en la barca y ante cualquier tempestad sucumbamos.
Finalmente, la exhortación de Pablo en esta segunda carta de a los corintios confirma que Cristo murió por todos y nos ha introducido en ese misterio salvífico por lo cual nos pertenecemos a Él. De este modo, como dirá en la carta a los romanos, el mismo Jesús nos ha hecho experimentar su pascua; morir para vivir. Obviamente, para Pablo cuando era el judío celoso que veía el desafío a la fe monoteísta de predicar sobre un Jesús Hijo de Dios esto resultaba inadmisible. Era su visión según la carne. Pero eso quedó atrás para él, pero también para todos aquellos que han aceptado la fe en Cristo abandonando su antigua vida pues son una criatura nueva. Si esto es así, deja atrás vanas supersticiones, eres propiedad de Dios, eres familia de Dios. Luchemos contra el mal, pero con la gracia de Dios, y esta, está a la mano con los sacramentos fuente de todos los dones espirituales que de ellos dimanan. Ahora aclamemos con el salmista con mucha convicción: “Den gracias al Señor porque es eterna su misericordia”, porque, así como Dios protege a los navegantes, y Jesús cuidó de sus discípulos, también Dios nos guarecerá de todo poder del mal. ¡Confía en él!