Aparece el Señor Jesús en el evangelio de este domingo cruzando a la otra orilla en barca junto con sus discípulos. Antes había estado enseñando a la gente en parábolas sobre el reino de Dios. Y para irse a la otra orilla tuvo que dejar a la gente, pero algunos de esta gente le siguieron en otras barcas y los acompañaban pues deseaban seguir escuchando las enseñanzas del maestro.
El viaje en barca se prolonga un tanto que permite el descanso, y el Señor Jesús aprovecha para descansar sobre un almohadón a la popa de la embarcación. Pero durante el tiempo que dura la travesía de pronto se levanta aquel fuerte huracán que pone en peligro de zozobrar a las barcas en que viajan los discípulos con el señor Jesús y a las otras que acompañan la travesía y esto por la bravura de las aguas que son agitadas por las fuertes corrientes de aire las llevan a golpear las embarcaciones hasta casi llenarlas de agua.
Resalta en el relato los estados de ánimo de los discípulos y el del Señor Jesús pues mientras el descansa plácidamente ellos están preocupados ante el peligro que representa aquel oleaje ya que puede hacer que la barca e que viajan se pueda hundir. Nos podemos preguntar porque esta diferencia de ánimo entre el Señor Jesús y sus discípulos, ellos preocupados y el descansando plácidamente.
Tal vez la respuesta podríamos encontrar en el reproche que les hace el señor Jesús después de calmar la tormenta al decirles ¿aún no tienen fe?
Y es que los discípulos ante el peligro inminente despertaron al Señor diciéndole “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?
Puede no importarle al Señor la suerte de los suyos, pienso que no, pero si pienso que el peligro los ha hecho olvidar quien es aquel a quien ellos están siguiendo y a quién habían visto liberar a un hombre de la posesión de aquel espíritu inmundo, y sanar a muchos enfermos, habían visto como el hombre leproso quedo limpio y había ayudado a que el paralítico volviese a caminar y se llevase su camilla, lo habían visto ir llamando a los que irían formando el grupo de los doce, pero aún, así no terminaban de conocer a quien estaban siguiendo o mejor aún los discípulos siguen quedando asombrados ante el actuar y poder del Señor Jesús de quien se preguntan ¿pero, quién es éste? Y la pregunta nace de haber contemplado como luego de que el señor Jesús mandase a callar al viento esté cesó y vino la calma.
Nos puede suceder a nosotros lo mismo que a los discípulos que acompañaban al señor Jesús en la barca que fijándonos más en las dificultades que enfrentamos nos olvidemos quien es aquel al que seguimos y va con nosotros en el camino de la vida.
Es en estas condiciones que puede nacer en nosotros la cobardía pues podemos sentir que estás dificultades pueden hacernos sucumbir y luego nos acordamos de nuestro compañero de viaje y recurrimos a Él y de pronto aquello que sentíamos que nos ahogaba ya no está, ha vuelto la calma gracias a nuestro compañero.
Hermanos y hermanas pidamos al Señor Jesús que recordemos siempre quién es Él en nuestras vidas y que siempre nos está acompañando y que el saber esto nos ayude a avanzar seguros aún en medio de las dificultades pues tenemos un amigo que va con nosotros y nos cuida siempre.
Para todos aquellos a quienes Dios enriqueció con el don de la paternidad compartiendo con ellos su propia paternidad les conceda responder con fidelidad a la vocación a la que les llamó: SER BUENOS PAPÁS.