Queridos amigos, los saludo cordialmente y los tengo en mi oración en este domingo “Día del Señor”. Que Dios los proteja con su bendición.
Las lecturas de este Domingo nos motivan reconocer el poder de Dios, la salvación que Jesús nos ha dado con su Muerte y Resurrección.
Las dificultades y adversidades del camino de la vida, nos deben llevar a la mayor confianza en el amor y poder de Dios, y confiarnos en la misma oración del Padre Nuestro: “librarnos de la tentación”. De la tentación de desconfiar de Dios, de llegar a la desesperación dejando la virtud de la esperanza que nos da la fe en Dios.
Las lecturas están llenas de preguntas que nos conducen a respuestas de claridad y esperanza.
La primera lectura del libro de Job (Jb.38,1.8-11). Ante el pesimismo de la presencia del sufrimiento o angustia en la vida del justo. Dios responde a Job, haciéndole ver, que Dios tiene el poder sobre la fuerza de la naturaleza, como el ejemplo que se pone, el poder de Dio es más fuerte que la fuerza del mar que es una amenaza para el hombre.
El salmo 106, es una preciosa oración de súplica: “gritaron al Señor en su angustia, y los arrancó de la tribulación. Apaciguó la tormenta en suave brisa y enmudecieron las olas del mar”.
La respuesta del salmista es de acción de gracias: “Den gracias al Señor, porque es eterna su misericordia”.
La segunda lectura del apóstol San Pablo a los Corintios (2Co.5,14-17), nos confronta con el presente que tiene su propia fatiga, para custodiar “el amor de Cristo que nos apremia”.
Hemos de valorar la vida no sólo por “criterios humanos”, sino poniendo nuestra fe en Jesucristo, porque él nos ha salvado. “El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.”
El evangelio de Marcos (Mc.4,35-40), ha través de preguntas purifica nuestro modo de relacionarnos con Dios, de reconocer y proclamar la fe en Jesucristo, respondiendo a la pregunta de ayer y de hoy:”¿Quién es Jesucristo para ti?
Hay que alejar la idea que Dios se desinteresa de nosotros. Es necesario abrazar su cruz redentora para avivar nuestra esperanza en su Victoria sobre el mal, el sufrimiento.
No basta decir que creemos en Dios, es necesario darle su lugar en nuestra vida, él es quien lleva el barco, está en la popa, donde se dirige la barca. Hay que mirar que Cristo ha muerto (“dormido”), pero vive por su Resurrección gloriosa. Como personas y como iglesia estamos llamados a vivir la fe y la confianza “para llegar a la otra orilla” porque es el Señor Resucitado que está presente en nuestra vida (nos toca más bien, despertar nosotros a la fe).
No basta estar junto a él, es necesario darle el timón de nuestra vida.
Los tengo presentes en mi oración en la misa de hoy. Que sea el mismo Señor, que aumente nuestra débil fe, y que sea él mismo el que dirija nuestra vida.
Los abrazo con afecto.
Sigamos orando unos por otros.
Oh María sin pecado concebida.
Ruega por nosotros que recurrimos a Ti.
P. Rubén Pedro Borda CM.

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