Queridos amigos, reciban mi cordial y afectuoso saludo, en este “Domingo día del Señor”, décimo, del tiempo ordinario.
Las lecturas de hoy, empezando con la lectura del Génesis (Gn.3,9-15), nos ayudan a valorar y comprender la gran misericordia de Dios, frente al hombre que ha quedado dividido (“roto”) a causa del pecado original.
El apóstol San Pablo nos lo recuerda en experiencia propia: “descubro entonces está realidad: queriendo hacer el bien, se me pone delante el mal que está en mí” (Rm.7,21).
Es la presentación del drama humano, que al hacer uso de su libertad produjo el mal, apartó su vida del querer de Dios.
El escoger el “mal” y rechazar el “bien”, produjo interiormente las consecuencias de ruptura de su unidad interior, (entró el miedo), se descubrió su debilidad (desnudez), y el alejamiento de Dios (esconderse). El pecado rompió también la relación fraterna, echando la culpa al otro, dejando de asumir su “responsabilidad”. Un drama original presente hoy.
A pesar del “pecado original”, se da lugar al proceder misericordioso de Dios. Dios hace la promesa de la victoria del bien sobre el mal, cuando dice a la serpiente tentadora: “ella te herirá la cabeza cuando tú hieras su talón” .
Es aquello que también es leído como el “proto evangelio”, anunciando a la Virgen María, que aplastará la cabeza del tentador (serpiente) dándonos a su hijo Jesús, Redentor del hombre.
Ya desde el primer pecado original se abre la oportunidad del triunfo del bien sobre el mal.
El salmo 129, marca la reflexión sobre el pecado cometido y la confianza en el amor misericordioso de Dios: ” Si llevas cuenta de los delitos, Señor. ¿Quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón y así infundes respeto” y se aclama: “Del Señor viene la misericordia, la Redención copiosa”.
La carta del apóstol Pablo a los Corintios (2Co.4,13-5,1). Reafirma la esperanza que nos viene en la fe y confianza a la acción redentora de Jesucristo. A pesar de la debilidad humana, se renueva cada día, la esperanza que nos aguarda, porque “lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno.”
El evangelio de Marcos (Mc.3,20-35), proclama el poder del Mesías (Jesús,) sobre la acción tentadora. Cristo nos trae el perdón, la gracia de la Salvación.
Lo más triste es cerrarse a la acción de la misericordia de Dios que viene por pura gratuidad y amor. El que se cierra a la misericordia de Dios, (blasfema “contra el Espíritu Santo), cargará con su pecado para siempre. ”
La mención de los “hermanos de Jesús” se refiere a parientes, y no a hermanos carnales (Cat.Igl.Católica, n. 500).
La búsqueda de los parientes de Jesús, da lugar al nuevo modo de relación fraterna en la comunidad de creyentes: “El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre”. La Palabra es lo que da lugar a la nueva afiliación, la nueva Comunidad.
Queridos amigos, tomemos el propósito de amar a Dios, de elegir el bien y rechazar el mal. Recordemos aquello que Jesús nos enseñó en el Padre Nuestro (Mt.6,9-12), “no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal”.
A pesar de la debilidad confiemos en el poder del Hijo de Dios, quien por su Pasión, Muerte y Resurrección nos alcanzó la gracia de su misericordia, el perdón de nuestros pecados.
Los tengo presentes en mi oración y en la misa que celebraré hoy. Dios los bendiga.
Oh María, sin pecado concebida.
Ruega por nosotros que recurrimos a Ti.

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