Queridos hermanos hemos llegado al inicio de uno de los tiempos fuertes de la Iglesia. Con este tiempo queremos acompañar a la Virgen y a la Iglesia en la espera del nacimiento del Salvador del mundo, queremos que sea un caminar tomado de la mano de aquellos personajes que a lo largo de este Adviento nos irán anunciado la Natividad del Señor.
El Adviento es un tiempo de preparación para celebrar gozosos el nacimiento del Señor; no podemos permanecer indiferentes ante la realidad que el mundo nos ofrece, queremos ser hombres y mujeres libres. Para eso el Hijo de Dios se ha encarnado, para liberarnos y hacer de cada uno hombres libres en Dios.
Los signos que nos presenta el evangelio de Lucas, no son para generar en nosotros miedo e incertidumbre, parece que eso fuera el fin. Por el contrario, es una invitación a estar continuamente atentos a las manifestaciones del propio caminar del hombre, estar atentos porque Dios se manifiesta continuamente. No es un Dios de calamidades, es un Dios que nos quiere transmitir esperanza, y una esperanza que no se agota, sino que se fortalece cada día, dentro del accionar de Dios.
Estén siempre despiertos. Es la frase que podemos meditar y profundizar en nuestra vida como creyentes. Parece que solo por este tiempo, se nos despierta el espíritu del compartir, de la fraternidad, parece que todo se reduce sola a la navidad, como un hecho más en la sociedad. Nuestra vigilancia debe ser continua, no sabemos el tiempo en el que el Señor vendrá, y por ello este tiempo de Adviento, nos prepara para simbolizar un nuevo nacimiento de Cristo y un rejuvenecer todos con la Iglesia para que nuestra vida cimentada en él, siga teniendo un rumbo de preparación para el encuentro definitivo con Dios. Que no sea este tiempo, solo un desempolvar todo el espíritu navideño, primero para vivir auténticamente este tiempo de preparación, desempolvemos primero nuestra vida, del orgullo, del egoísmo, de la envidia, de la falta de caridad y sobre todo de la falta de amor al prójimo.
Hagamos un recorrido maratónico por la vocación de cada personaje que va apareciendo en este tiempo de advenimiento.
Juan el Bautista. Muchos se preguntarán ¿Pero qué vocación tuvo este profeta que une el Antiguo y Nuevo Testamento? Su vocación es primordial para conectar el fin de las promesas mesiánicas y el vislumbramiento del Verbo que se ha encarnado. Su vocación es la de un profeta que nos trae buenas noticias, que nos trae el anticipo de nuestra salvación. Él es la voz que grita en el desierto “Preparen el camino, se acerca nuestra liberación”.
La Virgen María. El SÍ de la Virgen es la mayor expresión de asentimiento de fe y acatar sin un manual la voluntad de Dios. Es la Virgen, la mujer que nos presenta que cumplir lo que Dios manda, es hacer en nuestra vida una verdadera y autentica manifestación de la vocación cristiana y es la única que nos dirá “Hagan, lo que él les diga”. La vocación de madre, es la vocación más hermosa.
San José. El santo que en el silencio de su vida, nos habló y nos enseñó que a pesar de las dificultades, todos podemos comprender que la voluntad de Dios nos conduce por caminos que muchas veces nos parecen inciertos, pero que al final nos llegan a transformar en cristianos capaces de renunciar a lo que más queremos. La vocación de San José es la de encaminar los primeros pasos de Jesús hacia el cumplimiento de su misión como redentor del mundo.
Que el camino del Adviento nos lleve a descubrir en los tormentos, en las alegrías y penas nuestra verdadera vocación. Y que este prepararnos para la Navidad, nos haga fijar la mirada en nuestra vocación específica.