El plazo se ha cumplido, tiempo de misión
El pequeño libro de Jonás se presenta como un abierto desafío a la teología de la elección de Israel pues propone a Nínive, una ciudad extranjera, como ejemplo de conversión y aceptación de la voluntad del Dios de Israel. Sin duda, es un escrito posterior a la experiencia del exilio que abre la universalidad de la salvación a todos los pueblos y resulta ser más una especie de “novela” que propiamente un libro profético. El personaje de esta historia, Jonás, no es el mejor ejemplo de fidelidad a la vocación profética, pero se convierte en pieza clave para entender cuán grande es la misericordia de Dios y en qué realmente consiste ser profeta. Al final, el objetivo de la misión encomendada se hace realidad y toda Nínive entra en el proceso de conversión. Jonás debe aprender que la voluntad salvífica de Dios está mucho más allá de una concepción religiosa elitista y exclusivista. Continuamos leyendo en la segunda lectura la primera carta a los corintios en la que Pablo intenta orientar a sus hermanos cristianos sobre cómo proceder ante algunos problemas que se habían suscitado en esta comunidad. La expectativa por la Parusía se hallaba latente y Pablo comprende que la vocación para ser anunciador del Reino se convierte en la prioridad de su vida y aconseja a los que puedan vivir concentrado en ello. No está ordenando que no se casen o que todos se mantengan célibes, sino que cree conveniente, para los que puedan, que se mantengan célibes por el Reino que está apremiando su llegada. Como se puede notar, solo está sugiriendo un estilo de vida acorde a la expectativa de la Parusía, pero en una clara perspectiva de considerar lo que sostiene indefectiblemente la vida cotidiana: la esperanza en la promesa de la vida eterna. El fragmento del evangelio de Marcos que escucharemos nos relata el inicio del llamado ministerio público de Jesús en Galilea. La soberanía de Dios debe imperar puesto que ha pululado el poder del mal encadenando y apresando a los hombres. Jesús anuncia que el plazo se ha cumplido y su presencia inaugura el tiempo de la salvación. Toda la vida debe estar orientada en Cristo y esto significa la conversión a la que está llamado el creyente y la aceptación de que vive bajo la soberanía de Dios. Pero esta tarea Jesús la comparte con sus discípulos y por tal motivo llama sus primeros seguidores: son hermanos y son pescadores. Su comunidad de discípulos debe respirar el espíritu fraterno y compartir juntos la misión de pescar hombres ya no peces. Aquel Mar de Galilea personifica la fuerza del mal que arrecia con sus olas la paz de los hombres. Sólo Jesús con su poder y el apoyo de sus discípulos llevará adelante el rescate y la liberación de este poder maligno. Ante el llamado que Dios nos hace de compartir la Buena Noticia a los demás, es preciso emprender con esmero nuestra misión. No somos los actores directos de esta tarea, es Dios la que la lleva adelante, pero nos pide una mano, nos capacita para ello, confía en que lo podemos hacer bien. Y Dios puede cambiar los corazones más duros como los ninivitas, porque a ellos se les pudo presentar a tiempo el llamado a la conversión, comprendieron su importancia y se abrieron a la oportunidad que les estaba regalando. Es verdad que tenemos que pensar en las cosas necesarias en este mundo, cómo alimentarnos, cómo pagar cuentas, etc. Las preocupaciones cotidianas nos embargan y ocupan mucho la atención, pero no debemos olvidar que también necesitamos llenar la vida espiritual. No podemos perder de vista que Dios es importante y que su soberanía debe imperar como criterio principal para tomar decisiones y asumir nuestras responsabilidades. Dios confía en nosotros, nos cree capaces de asumir su propia misión. El mundo se halla perdido en intereses propios de este mundo y no se ha dado cuenta que el tiempo se ha cumplido, y ya es tiempo de salvación. Por eso te pedimos hoy, Señor, como dice el salmista: “Instrúyeme en tus sendas, tu que enseñas a los pecadores y haces caminar a los humildes con rectitud”.
P. Mario