Hermanos, estamos en un camino prolongado de este tiempo, aún seguimos en este desierto cuaresmal y la vida sigue entrando a comprender su verdadero sentido de amarse a sí mismo, para ser una vida que resucite a un amanecer distinto. No nos olvidemos que seguimos siendo finitos, y la vida puede ser de años cortos y largos, lo importante es dar sentido a nuestra propia existencia.
El Señor está en lo alto de la montaña y se ha transfigurado, su rostro ha resplandecido, su majestad se revela, y el Padre confirma a su enviado, vuelve a ratificarle su filiación divina. Este momento central en la vida del Señor y la de los discípulos, no es otra cosa, que darse a conocer en plenitud para que lo conozcamos y emprendamos un camino de transformación.
Lo sorprendente es estar bien, los discípulos lo expresan “Señor, que bien se está aquí”. Realmente en estas palabras se comprime lo especial que es estar con el Señor, es estar allí en la gloria, es acompañarlo en la alegría triunfal, pero también es estar cuando los otros salen dispersos y solo se queda en la cruz con dos personas que no lo han conocido. Quizás este domingo sea el momento para decirle al Señor, yo estoy contigo, como tú están conmigo. Recordar lo que fue signo de gloria, se convertirá en nada.
Queridos hermanos, nos viene bien recordar, no una montaña para transfigurarnos, sino un lugar para blanquear nuestra vestidura bautismal, que por nuestra debilidad lo ensuciamos cundo nos inclinamos al mal. Aquí ningún detergente, por más que se unan todos los que dicen dejar limpia la ropa, no podrá blanquear y limpiar el corazón.
Por eso, ya al iniciar la cuaresma, se nos pedía hacer penitencia. Me pregunto , ¿ya hemos hecho alguna penitencia? ¿ya nos hemos privado de algo? ¿ya estamos limpiando la casa interior? Les recuerdo que la montaña alta está en el confesionario, allí el lavado y blanqueado no cuesta nada, solo necesitamos hacer un buen examen de conciencia y un dolor de corazón que nos mueva y nos devuelva la dignidad perdida.
La Transfiguración del Señor es una invitación a no quedarnos solo mirando y contemplándolo, es un anticipo de su resurrección, y para pasar por ese momento hay que morir en la cruz, para limpiarnos en la pascua y renacer a una vida nueva, y recién decir “Señor que bien se siente nacer de nuevo, no te ofrezco construir tres tiendas, entra en mi tienda, aquí encontraras descanso”
Que sea esta nueva semana un tiempo para mirarnos y animarnos a recurrir a la confesión, para salir nuevos y cargados de energía. No esperemos el último momento para reconciliarnos, seamos precavidos, para muchas cosas nos programamos, agendamos momentos lindos, pero les aseguro que aún no hemos agendado la reconciliación, estamos a tiempo, que no nos ganen los días.