Queridos amigos
La Transfiguración del Señor (Mc 9, 2-10) es en sí misma un acontecimiento de la máxima transcendencia, con resonancias pascuales (ya que es como un anticipo de su Resurrección) y escatológicas (ya que es como ha de volver Jesús al final de los tiempos, lleno de la gloria del Padre). Para Marcos encierra además el por qué del llamado secreto mesiánico: el por qué Jesús no quería que los sanados por Él lo pregonasen…
Para realizar su misión Jesús se trazó un Plan, que mantuvo en secreto por un largo tiempo. El Plan tenía que ver ante todo con Él mismo, con su ser y quehacer de Mesías, pero también, indirectamente, con sus seguidores y el entorno. El hombre le había fallado a Dios al desobedecerle y pretender ser como como Dios y dueño del mundo. En contraste Jesús sería y se presentaría como un hombre obediente a Dios, humilde y pobre, el Siervo del Señor… Pero la cosa no iba a ser tan fácil. Esa imagen de Siervo del Señor, sufriente y compasivo, iba a chocar con la imagen que el pueblo se había hecho del Mesías: triunfalista y libertador de su nación (sometida a Roma); e iba a contribuir a que sólo unos pocos le siguiesen (Mc 8,38)
En la realización de su Plan, Jesús fue siempre balanceando las cosas. Hizo con libertad de espíritu lo que tenía que hacer, incluidos los milagros (signos, los llama el evangelista Juan), pero pidiendo siempre a los beneficiados que no lo cuenten a nadie. Así Jesús podía mantenerse siempre como el Siervo de Yahvé -“el Hijo del Hombre”, prefiere llamarlo Marcos- y no alimentar la falsa imagen que se tenía del Mesías. En virtud de este mismo secreto manda callarse a los espíritus malos cuando estos le gritan sabemos quién eres ( Mc 1, 24) Y recrimina a los apóstoles .cuando le piden que desista de su Plan (Mc 8,33) o que los premie con puestos políticos (Mt 20, 22).
El misterio de la Transfiguración del Señor hay que ubicarlo en este contexto. Y considerarlo como un aliciente para sus verdaderos seguidores. Para que cuando más tarde lo vean colgando de una cruz, recuerden lo que entonces vieron y oyeron: Jesús resplandeciente como el sol, con Moisés y Elías conversando con Él, y al Padre Dios llamándolo su Hijo. Para que recuerden y no desmayen en su fe. Así para los apóstoles y para nosotros, la Transfiguración está ahí como un milagro permanente. Para saber en quién hemos puesto nuestra confianza y lo que en definitiva somos (luz de gracia) y esperamos (la resurrección).