TIEMPO DE ESPERANZA Y NO DE MIEDO

Si cada uno de nosotros, hiciera una especie de “película de la vida” de todo lo que está pasando alrededor del mundo en estos tiempos, luego no terminaría de verla. La razón: es que nos da “mucho miedo”. Esto se ha generado en casi toda la humanidad. Somos testigos que mucha gente ha perdido y pierde la esperanza, ha perdido y pierde la fe, ha perdido y pierde la paz, la alegría y las ganas de vivir, etc. Hasta se podría decir que no hay motivación de lo que hacemos cada día. ¿Se puede buscar culpables? ¿Hay razones para no tener esperanza? ¿Acaso ya nada tiene sentido?

El autor del libro de Daniel nos anima a no perder la esperanza porque no estamos solos, nunca lo hemos estado: “se levantará Miguel, el Arcángel que se ocupa de tu pueblo…Entonces se salvará tu pueblo” (Dn.12,1-3). Tenemos siempre la compañía de Dios. Él siempre nos acompaña y pelea por ti, por mí y por todos, sí pelea, lucha, nos defiende, pero también nos consuela (cf.Dt.20,4; Mt.11,28-30).

Nuestra fe se prueba siempre en el crisol de la esperanza. A pesar de la muerte que puede rondar en muchos lugares, de los fuertes embates de la naturaleza, del alejamiento de muchos del corazón de Dios y de la Iglesia, de la confusión y miedo, podemos clamar con el salmista: “Tengo siempre presente al Señor, con Él a mi derecha no vacilaré” (Sal.15,5.8.9-11).

Este lenguaje que aparece, en las lecturas de hoy, tiene un corte o tinte “apocalíptico”. Pero esto hace referencia al tiempo o año nuevo en la liturgia, que estamos a punto de empezar, como es el tiempo de adviento (preparación para las fiestas navideñas).

En medio de la desesperanza, el creyente no debe olvidar que Cristo se ofrece por los pecados de toda la humanidad (Hb.10,11-14.18). Que nunca falla, que permanece fiel a pesar de nuestra infidelidad; que está todos los días de nuestra vida hasta que se termine este mundo (Mt.28,20).

En medio de las tinieblas de la vida, de la oscuridad que pueda parecer la vida misma, Jesús viene “sobre las nubes con gran poder y majestad” (Mc.13,24-32). Él quiere reinar en el corazón mismo de la humanidad. Cuidado con prestar oído a aquello que no es santo, incluyendo a los “vaticinios apocalípticos” con fechas del fin del mundo, ya que nos quita la paz, nos genera miedo y nuestra esperanza se puede “debilitar”. Pero el creyente no puede perder de vista esta promesa de fe: “El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán”.

Es cierto que nos preocupa todo lo “malo” que pasa, en estos tiempos fuertes, donde es tocada la fibra de la vida misma, pero por favor no te olvides de mirar a Jesús y de abrazarte a Él, ya que Él y no otro nos “enseñará el sendero de la vida”, porque “nos saciará de gozo en su presencia”.

Preparémonos a este año nuevo en la liturgia que estamos a punto de empezar. No perdamos el tiempo inútilmente. No podemos darnos el lujo de perder el tiempo en hacer caso, incluso a aquello que nos aparta de Dios y de su Santa Iglesia.

Este tiempo que vivimos, es un tiempo verdaderamente de esperanza y no de miedo. Recuerda que Cristo no falla. Él es nuestro pastor que nada nos falta (cf.Sal.23).

Con mi bendición

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