DIOS CUIDA DE TODOS SUS HIJOS, NO LES ABANDONA
Hubo una vez que una parroquia organizó unas misiones en tierras lejanas de la ciudad. Para esto se formó un grupo misionero. Todos los fieles, de su parroquia, tomaron conciencia de la necesidad de colaborar por esas misiones: fueron trayendo ropas, víveres, medicinas para los pobres, etc. Faltando 15 días para que empiecen esas misiones, una de esas misioneras dijo al coordinador de la misión: “la gente nos ha regalado tantas cosas que hay que ser agradecidos, pero ¿sabe?, nos falta una cosa que es también importante. ¿Y cuál es eso que te preocupa? Hermano, es el dinero para comprar los pasajes para nosotros los misioneros. Él contestó: ¿de qué te preocupas si sabemos que esta es una misión DE DIOS? Él va a proveer lo necesario para que podamos irnos y regresar de esas misiones con mucha paz y gozo”. No pasó ni dos días de aquella conversación y se acercaron un grupo de fieles trayendo varios sobres cerrados. El coordinador de la misión los colocó a los pies de una imagen de la Virgen María que estaba encima de la mesa donde se reunía ese equipo misionero. Y al final de aquella reunión contaron el dinero que había en esos sobres cerrados y todos dieron gracias a Dios y a la Virgencita María por haberles proveído ese dinero para los pasajes de los misioneros. Dios cuidó de esos misioneros y de la misión a ellos encomendada.
¿Alguna vez te has preguntado si de verdad Dios se ha interesado siempre por nosotros? ¿Sabes que Dios quiere nuestro bien? ¿Sabes que Dios también quiere cuidarnos como un pastor cuida de sus ovejas? Leyendo al profeta Jeremías, se nos debe “escarapelar el cuerpo” ya que pone de manifiesto el sentir de Dios, a manera de juicio divino: “Ay de los pastores que dispersan y dejan que se pierdan las ovejas de mi rebaño. Ustedes han dispersado y ahuyentado mis ovejas, y no las han cuidado; pues YO LES TOMARÉ CUENTAS” (Jer.23,1-6). Es cierto que hay personas líderes, “pastores”, o los que hagan de sus veces, que no quieren ser pastores, y se olvidan de su rebaño para que el “lobo” haga estragos en ese rebaño; eso es triste decirlo y constatarlo. ¿Cuántos de nosotros sabemos cuidar lo que Dios nos ha regalado? ¿Sabemos cuidar de la Iglesia o la maltratamos? ¿Sabemos cuidarnos entre nosotros que somos hijos amados suyos o nos destruimos por la falta de amor que nos debemos unos a otros?
Podemos caminar hacia adelante, dejando de lado los miedos e inseguridades que están rondando en el mundo de hoy. El que se fía de Dios, puede con el salmista proclamar: “Aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque TÚ VAS CONMIGO” (Salmo 23,4). ¿Cuánta gente quiere paz? Creo que todos, ¿verdad? Pablo nos recuerda que: “Él es nuestra paz” (Ef.2,13-18). El odio, el rencor, la división, la confusión, el miedo mismo, son algunos de los requisitos para que no tengamos paz y que algunas personas nos quieren sembrar. Habrá que tener cuidado. Jesús, es signo de paz, Él mismo es la paz, jamás nos abandona, siempre cumple su promesa de no dejarnos solos. El medio para destruir el odio y para que haya unidad en medio de la diversidad, según San Pablo, es la cruz: “Reconcilió con Dios a los dos pueblos. Uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte, en él al odio”.
Nos invita siempre el Señor a confiar en él. Los apóstoles tuvieron esa oportunidad y esa dicha de dejarse escuchar por Jesús, ya que le contaron todo lo que les había pasado, porque Jesús les había llevado a un lugar apartado (a manera de retiro espiritual): “los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús Y LE CONTARON TODO lo que habían hecho y enseñado” (Mc.6,30-34). Cuánta gente hay que todavía no quiere confiar en Dios, cuántos fieles hay que le han dado la espalda al mejor de los amigos, cuántas veces vivimos como ovejas que no tienen pastor. Es hermoso cómo el evangelio dice que: “Jesús vio una multitud y sintió compasión de ellos”. El que es pastor, no sólo cuida de las ovejas, sino que va delante de ellas con seguridad para afirmar el camino, no las confunde, ni se aprovecha de ellas; no les siembra miedo, sino que les da seguridad; no las deja solas para que el lobo haga presa de ellas, sino que las defiende cuando alguien quiere atentar contra ellas.
Qué maravilla es abandonarse en Dios, qué hermoso es dejarse abrazar por su amor y su gracia, que grande es Dios que nunca, nunca nos deja solos. Él es nuestro pastor que nada nos falta. Aprendamos a confiar en Dios, a correr tras Él como un niño que corre tras los brazos de su madre.
DIOS CUIDA DE TODOS SUS HIJOS, NO LOS ABANDONA. Y TÚ ERES UNO DE ELLOS, DIOS NO TE ABANDONA PORQUE TE AMA.
Con mi bendición.