En su tarea de ir enseñando a sus discípulos el Señor Jesús va tocando temas que tienen que ver con la vida en comunidad y esta enseñanza nace a partir de una pregunta que los discípulos le hicieron “¿Quién es el más grande en el reino de los cielos?” a lo empieza enseñando que hay que hacerse “pequeño como este niño, ese es el más grande en el reino de los cielos” además les enseña que “el que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe.” Otra enseñanza que hace es sobre la gravedad del que escandaliza a los pequeños que creen en Él y que no se les debe de despreciar por “que sus ángeles contemplan continuamente el rostro de mi Padre del cielo” también enseña que todos son importantes en la comunidad y lo hace al hablar del pastor que sale a buscar a la oveja que se perdió, así se debe buscar al que se extravía para traerlo de vuelta, pero no para reprenderlo sino para vivir la alegría de estar completos. Además, no olviden que “Del mismo modo, el Padre del cielo no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños”. Con lo que va sugiriendo que el actuar del discípulo, aquel que se niega a sí mismo, que toma su cruz y sigue al Señor Jesús, debe hacer lo que hace el Padre del cielo.
La semana pasada el evangelio nos presentaba al Señor Jesús prosiguiendo en su enseñanza y el tema era sobre la necesidad de corregir al que peca, pero hacerlo siempre con respeto y buscando que se corrija y evitando que en la corrección haya, de parte del que corrige, el deseo de hacer sentir mal al hermano a quien se corrige.
El pasaje del evangelio de este domingo nos presenta en primer lugar a Pedro que se acerca al Señor Jesús para preguntarle “Señor, si mi hermano me ofende, ¿Cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces? A lo que el Señor Jesús le responde diciéndole “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Con esta respuesta el señor Jesús les hace saber que el perdón es una condición que se debe practicar siempre en favor del otro, tal vez recordando lo que ya se enseñaba en el libro del Eclesiástico que enseña que para ser perdonado por los pecados cometidos primero es necesario perdonar la ofensa de tu prójimo, “perdona la ofensa a tu prójimo y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas” idea que aparecerá presente en el Padrenuestro, cuando los discípulos le piden al Señor Jesús que les enseñe a orar “…perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden…”.
Si el Señor Jesús enseño sobre el Perdón en la enseñanza de la oración es porque desea que siempre la tengamos presente y no la olvidemos, porque es algo que debemos practicar siempre, porque en ello está la posibilidad de ser perdonados por nuestros pecados.
Luego para graficar esta exigencia les cuenta una parábola donde nuevamente y más claramente resalta el ideal que el discípulo debe actuar como ve que actúa el Padre del cielo y es que los hijos deben aprender de lo que ven hacer a su padre. Por eso, en el relato casi ya al final aparecen estas palabras “…TODA AQUELLA DEUDA TE LA PERDONÉ, PORQUE ME LO SUPLICASTE ¡NO TENÍAS QUE TENER TU COMPASIÓN DE TU COMPAÑERO COMO YO LA TUVE DE TI?”.
Termina el pasaje asegurando el Señor Jesús que “Lo mismo hará con ustedes mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano». Y es que como se interroga el sabio del Libro del Eclesiástico “¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor? Por eso ya antes el sabio decía “Perdona la ofensa a tu prójimo y se te perdonaran los pecados cuando lo pidas”.
HERMANOS Y HERMANAS LA CORRECCIÓN Y EL PERDÓN DEBEN SER DOS PRÁCTICAS EN LA COMUNIDAD COMO EXPRESIÓN DE NUESTRO APRENDIZAJE DE HACER COMO VEMOS HACER A NUESTRO BUEN PADRE DE LOS CIELOS.