Celebra la Iglesia, y nosotros con ella, la liturgia que corresponde al Domingo XVI del tiempo ordinario y el evangelio de este domingo nos trae el relato donde el Señor Jesús está hablando a la gente sobre el reino de los cielos y para hablarles utiliza figuras de la vida cotidiana de la gente; la siembra, el cultivo y la cosecha; la utilidad de lo sembrado, los efectos de amasar la harina con la levadura. Es decir, hechos de la vida campesina, la vida doméstica, fáciles de relacionar para la gente que lo escucha y tratar de comprender en que consiste el reino de los cielos por comparación y como se debe seguir las indicaciones del dueño de la mies para hacer las cosas bien.

Pues si se dejan ganar por el entusiasmo queriendo hacer las cosas bien pueden terminar causando estragos y causando daño en vez de hacer el bien, o queriendo hacer el bien.

O si se dejan llevar por el desencanto, al ver el tamaño de la semilla, pueden dejar de hacer aquello que les corresponde “sembrar la semilla de mostaza” porque si solamente ven el tamaño de la semilla y no la siembran por verla tan pequeña entonces dejan a la semilla sin que cumpla su misión de hacerse un arbusto útil para “los pájaros del cielo”.

O si se dejan llevar por el apuro, aunque en honor a la verdad se puede preparar el pan del apuro, el pan ázimo, el pan de la pascua; tan distinto al paladar, al pan elaborado con harina amasada con levadura.

El reino de los cielos debe ser concebido como aquel reino donde todos deben hacer lo que mande el dueño de la mies, solamente así todo saldrá bien, todos debemos colaborar desde su realidad para que este reino se haga presente, un reino que no es de los ayudantes, pero que solidariamente deben ayudar a construirlo.

Si se hace de esta manera, a la manera del dueño de la Mies entonces se estará cumpliendo aquella parte de la oración que elevaba el señor Jesús a su Padre “¡Te alabo, Padre, Señor de cielo y tierra, porque, ocultando estas cosas a los sabios y entendidos, se la diste a conocer a la gente sencilla…”, pues realmente se está dando a conocer a la gente sencilla aquello que estuvo escondido a los sabios y entendidos, y es que la enseñanza del Señor a la gente sencilla no parte de la Palabra de Dios, sino que parte desde la vivencia diaria de la gente, desde la experiencia que forma parte de la vida de la gente, por eso hace referencia a que de esta manera se está cumpliendo el anuncio que hizo el profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo».

Una segunda enseñanza se da cuando regresa a la casa, y es que los discípulos de acercan para pedirle que les explique la parábola de “la cizaña en el campo” una explicación que ya no tiene el mismo sentido cuando el Señor Jesús les hablaba a la gente, por qué a ellos les quería dar a entender el reino de los cielos ahora la explicación que les da a los discípulos está enfocada en explicar la existencia del mal en el mundo y las consecuencias que tendrá en la vida de los creyentes según su estilo de vida, los que lleven una vida de escándalo, los que obren iniquidad serán separados de los que obran con justicia, según la Justicia de Dios. Los primeros para la perdición y los segundos para la salvación.

La enseñanza hecha a la gente como a sus discípulos es una enseñanza para que todos sepan lo que les toca hacer, de allí que el final de este pasaje del evangelio termina con esta sentencia “El que tenga oídos, que oiga».

HERMANOS Y HERMANAS LA ENSEÑANZA QUE HACE EL SEÑOR JESÚS A LA GENTE Y A SUS DISCÍPULOS TAMBIÉN VALE PARA NOSOTROS Y NOSOTROS ESTAMOS INVITADOS A TENER OÍDOS PARA OÍR Y SABIENDO LO QUE DIOS ESPERA DE SUS HIJOS E HIJAS SEGÚN LA ENSEÑANZA DEL SEÑOR JESÚS ESTEMOS TODOS DISPUESTOS A COLABORAR CON LA CONSTRUCCIÓN DEL REINO DE LOS CIELOS…

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