La Iglesia se presenta ante el mundo como un misterio porque es en Cristo que encuentra su fuerza y es el Espíritu Santo su inspirador. Desde que inició su predicación Jesús dio comienzo a la Iglesia. De Él recibió la misión de predicar la Buena Noticia a todos los lugares de la tierra: “Todo poder se me ha dado en el cielo y en la tierra. Por eso, vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos, en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he enseñado. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” Mt 28, 18-20.
Para el Concilio Vaticano II Dios que creó el mundo y dio todas las cualidades al hombre para que morara en el “Determinó convocar a los creyentes en Cristo en la Santa Iglesia, que fue ya prefigurada desde el origen del mundo, preparada admirablemente en la historia del pueblo de Israel y en el Antiguo Testamento, constituida en los últimos tiempos, manifestada por la efusión del Espíritu Santo, y se perfeccionará gloriosamente al fin de los tiempos. Entonces, como se lee en los Santos Padres, todos los justos descendientes de Adán, “desde Abel el justo hasta el último elegido”, se congregarán ante el Padre en una Iglesia universal” LG 2
Cristo, pues, en cumplimiento de la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el reino de los cielos, nos reveló su misterio, y efectuó la redención con su obediencia. La Iglesia, o reino de Cristo, presente ya en el misterio, crece visiblemente en el mundo por el poder de Dios. …Todos los hombres son llamados a esta unión con Cristo, luz del mundo, de quien procedemos, por quien Consumada, pues, la obra, que el Padre confió el Hijo en la tierra (cf. Jn 17, 4), fue enviado el Espíritu Santo en el día de Pentecostés, para que santificara a la Iglesia, y de esta forma los que creen en Cristo pudieran acercarse al Padre en un mismo Espíritu (cf. Ef 2, 18). Él es el Espíritu de la vida, o la fuente del agua que salta hasta la vida eterna (cf. Jn 4, 14; 7, 38 – 39), por quien vivifica el Padre a todos los hombres muertos por el pecado hasta que resucite en Cristo sus cuerpos mortales (cf. Rm 8, 10 – 11). El Espíritu habita en la Iglesia y en los corazones de los fieles como en un templo (1Co 3, 16; 6, 19), y en ellos ora y da testimonio de la adopción de hijos (cf. Ga 4, 6; Rm 8, 15-16, 26). Con diversos dones jerárquicos y carismáticos dirige y enriquece con todos sus frutos a la Iglesia (cf. Ef 4, 11 – 12; 1Co 12, 4; Ga 5, 22), a la que guía hacía toda verdad (cf. Jn 16, 13) y unifica en comunión y ministerio. Hace rejuvenecer a la Iglesia por la virtud del Evangelio, la renueva constantemente y la conduce a la unión consumada con su Esposo. Pues el Espíritu y la Esposa dicen al Señor Jesús: “¡Ven!” (cf. Ap 22, 17) vivimos y hacia quien caminamos. LG 3
POR LO TANTO: El misterio de la santa Iglesia se manifiesta en su fundación. Pues nuestro Señor Jesús dio comienzo a su Iglesia predicando la Buena Nueva, es decir, el Reino de Dios, prometido muchos siglos antes en las Escrituras: “Porque el tiempo está cumplido, y se acercó el Reino de Dios” (Mc 1, 15; cf. Mt 4, 17). Ahora bien, este Reino comienza a manifestarse como una luz delante de los hombres, por la palabra, por las obras y por la presencia de Cristo. La palabra de Dios se compara a una semilla, depositada en el campo (Mc 4, 14): quienes la reciben con fidelidad y se unen a la pequeña grey (Lc 12, 32) de Cristo, recibieron el Reino; la semilla va germinando poco a poco por su vigor interno, y va creciendo hasta el tiempo de la siega (cf. Mc 4, 26 – 29). Los milagros, por su parte, prueban que el Reino de Jesús ya vino sobre la tierra: “Si expulso los demonios por el dedo de Dios, sin duda que el Reino de Dios ha llegado a vosotros” (Lc 11, 20 ; cf. Mt 12, 28). Pero, sobre todo, el Reino se manifiesta en la Persona del mismo Cristo, Hijo del Hombre, que vino “a servir, y a dar su vida para redención de muchos” (Mc 10, 45) LG 4
Antes de pasar a analizar la imagen de la iglesia como Pueblo de Dios veamos rápidamente algunas imágenes que podemos extraer del antiguo testamento y que los padres conciliares rescataron para graficar el misterio de esta.