NOS TOCA CORRER
Aleluya hermanos. En la primera lectura, el autor de los Hechos de los apóstoles nos recuerda el núcleo central de la primera predicación apostólica (kerygma) que se encuentra en los diferentes discursos de la obra, esta vez, puesta en boca de Pedro en su visita a Cesarea a la casa del centurión romano y temeroso de Dios Cornelio. Pedro y sus hermanos se presentan como testigos no solo de la vida terrenal de Jesús sino de su muerte y resurrección por lo cual han acogido la misión de compartir esta buena noticia con todos aquellos que deseen abrir su corazón a la salvación de Dios obrada por medio de Jesucristo resucitado y exaltado concediéndole la autoridad para juzgar a vivos y muertos. Apoyándose en los profetas, Pedro confirma que en Jesús se ha cumplido las expectativas del pasado y ahora viven plenamente esa salvación en una clara apertura a todos los hombres, ya que Cornelio no pertenecía al pueblo judío sino más bien era un pagano. En esta visita, Pedro comprende que su misión y la de sus compañeros no debe restringirse a los judíos, y es gracias a este testimonio, que la comunidad primitiva fue comprendiendo que su gran tarea aún estaba por comenzar.
El salmo 117 evoca la manifestación salvadora de Dios en favor de su pueblo, un pueblo que no lo merece, pero en quien Dios ha puesto su mirada. Israel nunca llegó a convertirse en un gran imperio, creció más bien al lado de los grandes reinos del mundo oriental, pero siempre se sintió amado por Dios, como una piedra que fue desechada justamente por los imperios de turno, pero convertida en piedra de ángulo por la infinita misericordia de Dios. De allí, que las generaciones judías deben proclamar con el salmista la alabanza oportuna por siempre contando las hazañas del Señor, confirmando que creen en un Dios que se ha manifestado en la historia, en su historia. La tradición paulina que recoge la carta a los colosenses hace una exhortación acerca de la identidad del cristianismo frente al paganismo del mundo grecorromano que ofrece también diversos caminos de salvación. Encontramos la convicción de que todo cristiano ha experimentado en su bautismo la experiencia de ser resucitado con Cristo, lo que le lleva a aspirar no los bienes de esta tierra sino la gran esperanza en el cielo donde se halla Cristo mismo exaltado. Se percibe claramente que el rito del bautismo ya posee un sustento teológico en esta segunda generación de cristianos: han muerto al pecado para vivir como Cristo, y esta experiencia de fe comunitaria se demuestra hasta que el Señor vuelva en gloria y consume su poder por siempre. El relato del evangelio de Juan que escucharemos este día de Pascua, nos confronta con la propia realidad de la fe que hemos recibido y que estamos llamados a compartir. Somos herederos de un testimonio, y nosotros mismos debemos continuar este legado. Creemos en el Dios de Jesucristo por un testimonio de fe, hemos aprendido a ver la historia desde una mirada distinta a la propiamente humana y terrenal. Y, aunque hoy como ayer muchos pongan en cuestionamiento lo que creemos, nos aferramos a confiar en el testimonio recibido abriéndonos al dialogo con este Dios que también hoy se nos revela como resucitado. Sus propios discípulos recibieron la noticia de que Jesús estaba vivo de
parte de María Magdalena, pero los corazones de los discípulos se disputaban la tristeza y congoja del que murió crucificado con la esperanza y el gozo de la promesa de su resurrección. Ambos discípulos que salen corriendo al sepulcro ante el aviso de María Magdalena, corren de manera distinta, son dos estilos de correr que reflejan una actitud interior, no es que Pedro sea mayor y el otro discípulo sea más joven. Y esto se explica mejor cuando los dos llegan. El primero no entra, espera a Pedro, y luego entra y proclama su fe en el resucitado. Ahora se entiende porque corría más rápido, este corría con el gozo de confirmar la noticia que ha llegado a su corazón. Pedro, vino detrás, y decidió entrar y rebuscar entre las vendas y el sudario, su tristeza le conmueve pues recuerda sus negaciones y ahora ya no está el cuerpo de su Maestro. Es el momento de confirmar las Escrituras, es el momento de creer en el testimonio del otro. Cristo debía resucitar de entre los muertos, y esto los discípulos no lo habían comprendido plenamente. Ahora se les daba una nueva oportunidad para creer en Jesús, pero desde una nueva situación: ya no estará más físicamente con ellos.
La fe en Cristo resucitado nos invita a creer en la comunidad, en el testimonio de los que nos han precedido el camino de la confianza en Dios. Hoy, en medio de situación tan complicada que nos ha tocado afrontar, se presenta una oportunidad de correr. ¿Con qué motivación correrás? ¿Vas a buscar al que ha muerto, o vas a proclamar a viva voz que ha resucitado y vive? ¿Correrás con el pesimismo y la desesperanza o con el gozo y la coherencia? Si profesas que Cristo ha resucitado, demuéstralo, aspira a los bienes de arriba, no a los de esta tierra, y asume que el Señor llama a todos los hombres a aceptar su salvación y tú eres su testigo. Aunque la muerte y el dolor nos embargue y acose, levantemos la cabeza y pongamos nuestra esperanza en Él, en quien las ha vencido con su resurrección. Yo me quedo en casa, pero celebro la Resurrección del Señor con el mayor gozo en mi interior, únete también a esta causa y que en esta oportunidad sea nuestro corazón el que corra como el discípulo amado.