Cuaresma es caminar en la Luz

Ya hemos caminado, querido hermano y hermana, mucho tiempo en esta cuaresma. Creo que a más de la mitad del camino deberíamos como hacer una pausa y preguntarnos a manera de evaluación: ¿estoy realmente viviendo como Dios quiere?, ¿vivo en la luz o en las tinieblas?, ¿confío ciegamente en Dios?, ¿qué me falta para hacerlo?, ¿animo a otras personas a confiar en la gracia de Dios o las alejo de Dios mismo y de su Iglesia?, ¿les confundo con doctrinas contrarias a la Iglesia?, ¿estoy o no del lado de Dios?

Se nos ha estado invitando constantemente a convertirnos, a volver nuestra mirada a Dios, se nos invita siempre a confiar en Dios. Hoy se nos pide vivir en la Luz.

A Samuel, Dios le habló para una misión especial: “Llena de aceite tu cuerno y ponte en camino; yo te envío a la casa de Jesé, el de Belén, porque he elegido a uno de sus hijos” (1Sam.16,1b.6-7.10-13ª). Samuel pudo obedecer, porque escuchó en su corazón a Dios. Luego de un discernimiento, pudo cumplir con esa misión, no se dejó llevar por las apariencias, por sus pre-juicios, por las tinieblas, sólo por la luz. Se recordó que Dios le decía que “ve el corazón” y no las apariencias como a muchos les puede gustar. ¿Qué pasa cuando Samuel unge a David con aceite?: “En aquel momento, invadió a David el espíritu del Señor, y permaneció con él en adelante”. Hoy quiere también, en esta cuaresma, el Señor invadirnos con su gracia y su luz, para que sea el Espíritu de Dios quien guíe nuestro caminar. ¿Le dejo a Dios hacer ese trabajo?

“Padre, me dijo una señora, cómo cuesta salir adelante, me quiero morir”. Le pregunté: “¿por qué?”. “Hoy, me dijo aquella señora enseñándome un papel, el banco me va a quitar todos mis bienes, ya que el hijo de mis entrañas usó mi nombre para un préstamo y no pudo pagarlo. Déjele, buena señora, esa preocupación a Jesús ahora mismo”. El salmo 23,4 dice: “aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque tú vas conmigo”.

Hay una invitación especial de San Pablo: “Caminen como hijos de la Luz…buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas…” (Ef.5,8-14). Cuando San Pablo habla de “caminar en la luz” es porque nos invita a rechazar todo actitud que no esté de acuerdo con el plan de Dios, para confiar en él. La bondad, la justicia, y la verdad son fruto de la luz. ¿Puedo seguir dudando de Dios?, ¿me daré el “lujo” de vivir siempre de espaldas a su amor?, ¿soportaré tanto tiempo estar en las tinieblas?, ¿cuándo será el día que decida cambiar?, ¿quizás cuando esté al borde de la muerte?

Sabemos que Jesús, siempre actuaba y actúa con misericordia, se estremece hasta las entrañas por sus hijos no importando las dudas y cuestionamientos de su entorno, no importando el legalismo farisaico. Jesús le enseña al ciego a confiar obedeciendo: “Ve a lavarte a la piscina de Siloé…Él fue, se lavó y volvió con vista” (Jn.9,1-41). Su encuentro con Jesús produjo sanación, pero también ganas de comunicar (testificar como dice Hch.1,8; 4,20) a otros lo que Dios hizo en su vida. Le tocó el mismo auditorio de Jesús, el ambiente de incredulidad que muchas veces se mete hasta en los ambientes eclesiales (“¿cómo puede un pecador hacer semejantes signos?”, o “no creo que Dios sane o libere o convierta a una persona; esas son sugestiones”). Su encuentro con Jesús provocó confesar ciegamente su fe: “Creo, Señor”. El evangelio termina con una total adhesión a la persona de Jesús: “Y se postró delante de él”.

A pesar de que se manifestó en el ciego “las obras de Dios”, los fariseos no terminaron de entender el mensaje, por eso es que “su pecado persiste”. ¿Puedo adoptar la postura del ciego que pudo ver la luz luego de estar con Jesús?, o ¿puedo adoptar la postura farisaica que no quiere estar en la luz? Cuaresma, es un tiempo para caminar siempre en la luz, nunca en las tinieblas. ¿Te animas?

Con mi bendición.

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