Escuchar y obedecer para ser tocados por Dios
Ya comenzamos hace más de una semana un camino espiritual muy especial: la Santa Cuaresma. Es bueno recordar entonces que es tiempo de gracia y de conversión, es tiempo para volver nuestra mirada, nuestra vida misma a Dios, y hacer que con nuestra conversión todos también se vuelvan para Dios.
Abraham, cuyo personaje conocemos y que aparece en esta primera lectura de hoy domingo (Gen.12, 1-4ª) nos pone en una actitud que muy pocos somos capaces de asumir: la obediencia. Si obedezco, es porque escucho, y si escucho es porque tengo la firme resolución o propósito de cumplir con lo que se me pide: “Sal de tu tierra y de la casa de tu padre…”. Ese fue el pedido de Dios. Abram escuchó: “te bendeciré” y obedeció; esto provocó en él bendición.
Cuaresma es un tiempo para dejarse tocar por Dios, para ello estoy llamado a obedecer. Luego de escuchar a Dios, puedo y debo obedecerle. Cuaresma es un tiempo para salir de donde estamos, dejar lo que no cuenta y abrazarse al amor de Dios que transforma. Así podré ser bendición para los demás como lo fue Abram: “con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo”. ¿Soy o no una bendición para los demás?, ¿quiero o no escuchar a Dios que me habla cada día?
También cuaresma es tiempo para tomar “parte en los duros trabajos del Evangelio” (2Tim.1,8b-10), porque somos ayudados por “la fuerza de Dios”, ya que siempre nos salva y nos llama para ser santos (Lev.19,1; Mt.5,48). Qué bueno es hablar de Dios en esta cuaresma para que todos, que reciben la buena noticia de la salvación, que es Jesús mismo, se acerquen a Él que les espera con los brazos abiertos.
Sólo tres tuvieron la oportunidad de sus vidas de ser conducidos por Jesús a una “montaña alta” (cf.Mt.17,1-9). Cuaresma es también el tiempo para ser llevados por Jesús, retirándonos del “mundo”, de aquello que no cuenta para poder escuchar la voz de Dios mismo. ¿Podré dejarme llevar por él?, ¿qué me falta para dejarme conducir por Jesús? La semana pasada veíamos cómo Jesús se dejó “llevar por el Espíritu al desierto” (Mt.4,1-11).
Estar con Jesús, es el requisito para ser luego sus testigos (cf.Mc.3,13-19). Es que la cercanía con el amigo, con el maestro provoca alegría y esperanza: “qué bien se está aquí”, fue la exclamación que hizo Pedro ante tanta bondad y belleza en su rostro y en todo su ser. Cuaresma es un tiempo para dejarse sorprender por Jesús.
Abram, en la primera lectura, escuchó a Dios y fue tocado por él para recibir bendición y para ser bendición para otros; los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan fueron invitados también a escuchar la voz de Dios: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escúchenlo”. Esto les obligó a adoptar la postura de los Anawin, de los pobres del Señor, de los que ponen su confianza en Dios, poniéndose “rostro en tierra”. Esto denota que mi vida es toda ella para el Señor, que puedo poner mis desesperanzas y esperanzas en su corazón, mis tristezas y gozos en Él.
¿Quieres ser tocado hoy por Jesús?: reconoce que él es tu única autoridad, que él sólo te da la salvación, que él sólo da sentido a tu vida ya que Él es compasivo y misericordioso, y es nuestro auxilio y escudo (cf. Salmo 32)
No huyamos de Dios nunca, porque Él de todos modos se acercará a cada uno en particular, porque nos ama de verdad. Cuaresma es un tiempo para dejarse mirar por Dios para ser tocados por él.
Con mi bendición.