PROYECTO PERSONAL, PROYECTO DE DIOS

Un dato que no siempre percibimos en la historia de Abram (así es llamado hasta que más adelante se le cambiará de nombre a Abraham) es que según el dato bíblico éste ya había partido de su lejana Ur de los Caldeos para abrirse a un nuevo horizonte en la tierra de Canaán (Gn 11,31). Pero en el transcurso de su decidido viaje, Dios se manifiesta como su verdadero horizonte al que ha de seguir, para lo cual debe darle otra motivación a su itinerario (Gn 12). Las cosas no se veían nada alentadoras para Abram, pues había renunciado a realizarse en su tierra y al lado de su parentela; vivía con la vergüenza de no poder tener descendencia pues su esposa Sara no podía tener hijos y traía consigo a su sobrino que había perdido a su padre. Todas las desgracias habían llegado sobre él y en medio de este triste panorama recibe una misión: ser bendito para todas las naciones del mundo. Lo sorprendente de la historia de Abram es que confió verdaderamente en Dios y en sus promesas. Esto no le fue nada fácil, pues deseaba hacer coincidir sus deseos con el proyecto de Dios – y de eso narra muy bien el ciclo de Abraham en el Génesis -, pero aprendió a doblegarse ante la infinita providencia de este Dios que le salió al paso, no solo aquí sino numerosas ocasiones. El salmo 32 es un salmo de alabanza con tonos de reflexión sapiencial. Se reconoce la grandeza de la Palabra del Señor que no solo está consignada en su Ley sino la propia creación que habla por ella. De allí, que el que ha puesto su confianza en ella no se sentirá jamás defraudado.

La tradición paulina ha querido dejar constancia a los futuros pastores de la responsabilidad de los trabajos apostólicos, en los cuales la fuerza de Dios se hace presente. Esta segunda carta a Timoteo adquiere un matiz de testamento de Pablo, por lo que sus discípulos apelan a la figura descollante de Pablo para las futuras generaciones. En el compromiso de llevar adelante la evangelización, está la confirmación de que Dios quiere salvarnos, por lo que nuestra respuesta debe ser siempre de gratitud y perseverancia. Urge pues que los pastores comprendan la gran misión de acompañar al pueblo de Dios, pues de esto serán juzgados. Uno de los pasajes de la vida de Jesús en los evangelios, de carácter revelatorio por excelencia, es la transfiguración. El autor del primer evangelio no se detiene en tantos detalles como sí lo hace el autor del evangelio de Marcos, pues busca por sobre todo resaltar a través del lenguaje simbólico del Antiguo Testamento (montaña alto, resplandor como el sol) la presencia de Dios en su Hijo predilecto. Aquellos tres discípulos experimentaron por un momento la luminosidad de lo trascendente en medio de un camino que les estaba conduciendo a una realidad no tan agradable, la cruz. Por ello, esta visión cobrará sentido cuando Jesús resucite de entre los muertos. Este episodio representa un pequeño suspiro para quienes tienen todavía un camino difícil que seguir al lado de su Maestro hacia la cruz.

Cuaresma es disponernos a caminar hacia algo extraordinario, pero para poder alcanzar este objetivo hay que peregrinar por el desierto, experimentar la realidad de estar en absoluta dependencia de la providencia divina, y solo así, tener la seguridad de que no será un camino en vano. La experiencia de la salvación no solo se debe ver desde un triunfalismo mundano, una suerte de mérito que exija a Dios que nos “deba” salvar. No nos es ajena la sabiduría popular que nos certifica que para alcanzar los grandes objetivos de la vida es preciso soportar con paciencia y fortaleza las exigencias y los obstáculos que se presenten. Tú puedes presentar tu proyecto a Dios, pero ten por seguro que él hará posible que su proyecto se haga realidad en el tuyo, porque desea lo mejor para ti; y si tú te sabes encaminar, tendrás el apoyo firme de su providencia, pero si no lo estás llevando bien, saldrá a tu encuentro y te reorientará por el amor que te tiene. “Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti”

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