Hay en los evangelios páginas, como la de hoy (Mt 5,38-48), que algunos llaman páginas incómodas, porque su contenido nos choca y fastidia (incomoda). Yo las llamo páginas divinas, porque si bien todas las páginas del evangelio son divinas, por cuanto son inspiradas por Dios, hay algunas, como la de hoy, que por su excelencia y exigencia de perfección, nos piden ser perfectos como Dios es perfecto (Mt 5, 48). Enumero aquí las tres excelencias -para otros, los tres imposibles-, que nos plantea el evangelio de hoy. 1. “No hagan frente a quien les agravia…”; 2. “Amen a sus enemigos…”; 3. “Sean perfectos como su Padre Dios…”
¿¡Podrá el hombre en su evolución llegar alguna vez a estas alturas espirituales!? Jesús, María y muchos santos y hombre de buena voluntad, llegaron. Digamos entones que no es imposible. No es imposible -y menos con la gracia de Dios-, practicar la no violencia activa, perdonar al prójimo de corazón y vivir con distinción (estilo), que vienen a ser los otros nombres, hoy, de lo que Jesús nos pide. Veamos algún detalle de cada una de estas tres máximas.
1. No hacer frente a quien nos agravia es una invitación a practicar y vivir la no violencia activa. No se trata de dejar que te pisen sino de resistir, de ser firme y exigente en tus convicciones, pero sin violencia. Como lo hizo Gandhi que logró la independencia de la India con la no-violencia, sin disparar un tiro.
2. El perdonar al prójimo de corazón, incluido el enemigo, es difícil, pero no imposible. Jesús y muchos otros lo han hecho y lo siguen haciendo. Cuando decimos que perdonar es divino, estamos diciendo ante todo que es potestad de Dios, pero también que eleva a quien perdona a las cumbres donde Dios habita. Perdonar denota grandeza de alma y libertad de espíritu. Es ponerse más allá y más arriba de las mezquindades y torpezas de quien te ofendió. Es, como dice San Pablo, acumular carbones encendidos sobre la cabeza de tu enemigo, es decir, no dejarse vencer por el mal, sino derrotar al mal con el bien (Rom 12, 20-21). Perdonar es liberarte y no permitir que quien te dañó continúe haciéndolo, al llenarte de rencores y rabias, que te paralizan y enferman.
3. La tercera gran máxima del evangelio de hoy es la invitación a ser alguien distinto en la vida. El cristiano no es masa ni del montón, sino siempre persona. Actuando y respondiendo a las circunstancias según su conciencia y su leal entender. Nunca por slogans o consignas o modas. Ni por conveniencias o intereses, sino por principios y metas altas. Si tú saludas sólo a quien te saluda, ¿qué merito tienes? Esto lo hacen también los mundanos. O si invitas sólo a quien te invita… El cristiano tiene que ser y portarse en todo como alguien distinto, con distinción. Lo que obliga a desmarcarse y hacerse notar… Y a convertirse, sin quererlo, en tropiezo y provocación para cuantos piensan y actúan según las concupiscencias del mundo.