Sal y luz para el mundo
Este fragmento de Isaías pertenece a un grupo de profecías en las que Dios litiga con el pueblo de Israel acerca del verdadero sentido de las prácticas cultuales, y que en el fondo es un cuestionamiento a la forma en que están orientando su manera de relacionarse con Dios. Hay una denuncia de la hipocresía y la incoherencia que han convertido la vida religiosa de muchos en falsedad y engaño. El Dios de Israel no es como el de los otros pueblos, no es un Dios que vive pensando en cómo realizas tu rito o si levantas la mano bien alto o pones cara triste cuando ayunas para de esa forma ofrecerte su bendición. Pero las cosas se han puesto más difíciles, pues Dios pone en evidencia el escándalo de quienes se escudan en lo religioso para realizar sus fechorías. Por eso, Dios exige un tipo de ayuno concreto: el de la justicia. El comportamiento justo del creyente es la luz que puede ayudar a los demás a actuar correctamente y es el signo de que, quién permanece en la justicia Dios los socorrerá inmediatamente, porque en cada acto bueno hacia los demás que realicemos estamos haciendo presente el amor de Dios al hermano que sufre. ¿Dónde está ese temor de Dios hoy en la tierra? ¿Hemos perdido el coraje para desterrar de nosotros el afán de oprimir al otro, los gestos que amenazan la tranquilidad de nuestro prójimo y la calumnia desmedida? ¿Qué nos está pasando?
El salmo 111 es uno de los salmos alfabéticos de estilo sapiencial donde se resalta dos bienaventuranzas como ejes de esta composición. Muy semejante al salmo 1, habla del justo que rinde respeto a Dios cumpliendo su voluntad en relación con una vida recta y generosa. Su actitud compasiva y recta es ejemplificada con la luz que brilla en la oscuridad.
Pablo, en la segunda lectura, sigue contándonos su testimonio acerca de cómo llegó a Corinto para traerles el evangelio del crucificado. Probablemente, Pablo no tendría grandes dotes de orador (aunque sus cartas expresen un buen dominio de la retórica) y buscando afianzar su autoridad frente a otros predicadores cristianos que sí tendrían tal cualidad – como Apolo -, presenta la esencia de su predicación: la fe en Cristo crucificado. La verdad de su posición como evangelizador de los gentiles se sustentará no solo por una simple predicación, sino por todo lo sufrido con ella, presentando a Cristo a los pueblos paganos (esto lo encontramos en 2Cor). Pablo intenta ser coherente con su misión y no cesa de animar a los corintios a que no se dejen engañar por los afanes de este mundo y aprendan a vivir su fe en Cristo, pero en comunidad.
En el evangelio de Mateo se ha abierto ya el discurso de Jesús en la montaña. Continuando con la última bienaventuranza referida a los discípulos, insiste con ellos en su misión para que sean sal y luz para el mundo. El llamado para ser seguidores de Jesús es para todos, pero hay una responsabilidad en quienes continuarán la misión de Cristo, y eso se traduce en esta doble simbología: la sal y la luz. Aunque la sal esté muy relacionada con el tema de la persistencia en la alianza (signo de preservación), parece que aquí se intenta hablar de su utilidad: basta con que sea poca y no pierda su calidad para que cumpla su objetivo. Lo mismo pasa con la luz, cuya efectividad hace posible que se pueda alumbrar con poca luz un buen espacio cumpliendo así su tarea. Jesús convocó a un pequeño grupo para ayudar a que los demás no se desvíen del camino que les conduzcan al encuentro con Dios. Si realmente hiciéramos lo que estamos llamados a ser salaríamos bien y alumbraríamos convenientemente compartiendo la alegría del evangelio donde estemos. Ojalá podamos corresponder a esta vocación fundamental y así nuestra justicia alumbre y brille para ayudar a otros a encontrarse con Dios y que estos como una cadena puedan brillar también para los demás: “el justo jamás vacilará, su recuerdo será perpetuo”.