Dios es luz en medio de las tinieblas y nos llama a seguirle
Comprobamos a diario que hay mucha gente, algunas instituciones, agrupaciones, movimientos…caminan como si fueran “un barco que no tiene brújula”, o “como una pluma que se la lleva el viento. Constatamos que hay gente: que ya no le interesa las cosas de Dios, hay familias y matrimonios que “antes” se encomendaban a Dios, hacían cosas “hermosas” juntos, se vivía y se promovían valores, pero ahora eso no es posible. ¿Qué genera que una persona o un grupo de personas vivan en las tinieblas? Esto genera: tristeza, desesperanza, miedo, rabia, impotencia, cólera, divisiones, rechazo, cuestionamiento a todo lo bueno aun cuando este esté a nuestro alcance.
¿Es que se acabó el amor?, ¿la fe?, ¿la esperanza?, ¿la alegría y las ganas de vivir?, ¿se acabó Dios? (esto piensan algunos grupos que quieren quitar todo lo que tenga que ver con la fe en todo el mundo).
¿Sabes? Hay una promesa llena de esperanza y que Isaías nos la da a conocer: “…en el futuro llenará de gloria el camino del mar…El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; a los que habitaban tierra de sombras una luz les brilló…haz roto el yugo que pesaba sobre ellos” (Is.8,23-9,3).
Qué bueno, gratificante y esperanzador es abrazarse a Dios y llenarnos de su gracia para que nos libere, transforme, encamine. No todo está perdido. No porque algo malo nos haya pasado, se va a acabar la esperanza.
Tomamos una vez más conciencia, que hay muchos que les gusta dividir a los demás, o ponerlos en contra: con sus comentarios, sus prejuicios, sus formas erradas de ver la vida, la Iglesia y a Dios mismo. Eso advierte hoy San Pablo (1Cor.1,10-13.17). Pablo experimenta un llamado de Dios para, que en medio de este mundo o de este contexto de tinieblas, pueda anunciar el Evangelio.
Como creyente o discípulo de Jesús, ¿soy un signo de división o de unidad?, ¿me preocupo de anunciar a Jesús a otros?, ¿mi vida es un signo de amor esperanzador de Dios?
Jesús llega a Cafarnaún, a los territorios de Zabulón y Neftalí, ¿qué sucede a su llegada? Según el relato del evangelio de hoy (Mt.4,12-23), se cumple la profecía de Isaías en Él al llegar a esos pueblos: “El pueblo que caminaba en las tinieblas vio una gran luz”. Jesús ve como necesario y urgente predicarles sobre la conversión, para dejar el camino de las tinieblas. Hay una razón de todo esto, a manera de motivación: “está cerca el reino de los cielos”.
Cómo debe ser grande su amor, el que tiene Jesús con sus hijos, que no sólo les visita, y esta visita genera esperanza, luz, paz, alegría desbordante, etc, sino que en ese lugar hace un llamado misionero a hombres sencillos para que continúen con su obra de amor salvador: “Vengan, síganme y los haré pescadores de hombres”. Ellos (Simón y Andrés), no pusieron obstáculos para seguir a Jesús: “Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron”. Llamó a los hijos de Zebedeo y a Juan, y tampoco buscaron excusas para seguir a Jesús, porque “Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron”. ¿Busco excusas para no estar junto a Dios?, ¿soy yo mismo un obstáculo para que otros se acerquen a Dios?, ¿quiero de verdad ser discípulo suyo?, ¿soy un signo de bendición de Dios para los demás?, ¿acepto el reto de seguir, servir, amar al Señor para proclamar su amor a otros?
Dios siempre es luz para nuestra vida, en medio de tanta tiniebla, pero espera nuestra respuesta para seguirle de verdad.
Con mi bendición.