Queridos hermanos:
¡Qué feo es andar a oscuras! Para el ser humano de todos los tiempos, la oscuridad ha sido siempre algo negativo. La oscuridad genera miedo, incertidumbre, inseguridad. Sin luz no se sabe por dónde caminar, no se ven los caminos, desaparecen las metas. La luz, en cambio, devuelve la confianza y la seguridad, genera calor, da alegría y las metas se ven muy claras. Estas ideas también las conocían los autores de la Biblia. Usando una alegoría muy interesante, los hagiógrafos comparan a Dios con la luz que cambia la vida del mundo.
En efecto, en la primera lectura de este domingo escuchamos un texto del profeta Isaías que dice lo siguiente: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; a los habitaban en tierra de sombras, una luz les brilló. Hiciste grande la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia como gozan al cosechar, como se alegran al repartirse el botín”. Esta cita se refiere a unos pueblos (Neftalí y Zabulón) que no conocían a Dios y, por lo tanto, vivían lejos de él sin cumplir sus mandamientos; pero que en un momento determinado Dios se les dio a conocer y fue como si “vieran una gran luz”, porque a partir de ese momento esos pueblos comenzaron a vivir según los criterios de Dios. Estos pueblos que “habitaban en sombras”, empezaron a vivir en la alegría y en el gozo que da la luz del Señor.
De la misma manera, en el evangelio de este domingo se dice que Jesús es esa luz que les brilló a los pueblos y los sacó de las tinieblas en las que vivían. En este caso, se refiere al pueblo de Israel, que vivía una religión basada solo en el cumplimiento de leyes que ni les acercaban a Dios ni les producían ningún bien espiritual. Jesús llegó con una novedad que significó la luz para ese pueblo: “Esta cerca el reino de los cielos”. Con cada palabra, gesto, discurso o milagro, Jesús representaba la cercanía de ese Reino, tal como nos lo dice el mismo evangelio: “Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el evangelio de reino, curando enfermedades y dolencias del pueblo”. La presencia de Jesús, sus palabras y gestos, fueron la luz para el pueblo de Israel, porque solo Jesús fue capaz de darle al pueblo la felicidad y plenitud que necesitaban esa felicidad y plenitud que sus propias leyes religiosas no les podían dar.
Queridos hermanos: Después de tanto tiempo desde que Jesús comenzó a predicar la cercanía del Reino de los cielos, lamentablemente hoy las tinieblas no han desaparecido del todo. Todavía en nuestros tiempos hay personas y pueblos que se empecinan en vivir en las tinieblas, al margen de Dios. Teniendo la Palabra de Dios como fuente de luz y alegría a la mano, siguen prefiriendo la oscuridad de sus propias decisiones. La Palabra de Dios, la Biblia, que contiene precisamente las palabras y gestos de Jesús, es una fuente de luz para todo el que acceda a ella. Se trata solo de ir asumiendo lo que en ella está escrito. Quien lo haga, notará que su vida se va alejando de la oscuridad y de todo lo que eso significa: el miedo, la angustia, la inseguridad. Quien camina bajo la luz de lo que la Palabra de Dios indica, vivirá con más seguridad, teniendo clara la meta de su vida y sabiendo el camino por donde llegar a ella. “Lámpara es tu Palabra para mis pasos, Señor; luz para mi sendero” (Salmo 118).