Fiesta de la Luz, no de las tinieblas
Hoy es un día de Dios, hoy es un día Amor de Dios. Celebramos en toda la Iglesia Universal la Solemnidad de la Epifanía o
manifestación o revelación del Señor. Y como toda fiesta Eucarística, el personaje central siempre, siempre ES JESÚS. Como aquella
noche santa de Navidad, podemos alzar la cabeza porque está con nosotros nuestra salvación, nuestra liberación, hoy podemos
dejarnos transformar por el Mesías esperado y prometido por los pueblos, hoy podemos alegrarnos por este noble – gran y hermoso
acontecimiento de salvación. Hoy nace la luz, hoy nace la esperanza, hoy nace la vida, hoy NACE JESÚS. ¿Cómo le contemplamos?
Le contemplamos como el ENMANUEL: El Dios con nosotros. Es un Dios cercano, lleno de Luz y paz, de esperanza y de amor. Como
un Dios que es capaz de meterse en la historia para cambiarla y llenarla de sentido.
Hace muchos siglos atrás, cuando ni tú ni yo nacíamos, ni nuestros abuelos, Dios Padre Celestial pudo pensar ¿cómo amar más y
mejor a la humanidad?, ¿cómo puedo hacer que toda la humanidad tenga más esperanza?, ¿cómo renovar la ilusión y el amor por
la Vida? DIOS SE ACOSTÓ EN UNA PESEBRERA, PARA PODER CONTEMPLARLO, PARA AMARLO Y SERVIRLO, hoy como los Magos y los Pastores le ofrecemos lo mejor de nuestra vida al Dios de la Esperanza, al Dios de la Luz.
Pareciera que las tinieblas quisieran dominar la tierra, que lo oscuro puede prevalecer en todo el orbe: “…las tinieblas cubren la
tierra, y la oscuridad los pueblos…” (Is.60, 1-6). Y si vemos a nuestro alrededor parece que se confirmara esa afirmación: vemos a
niños en el vientre de la madre que son asesinados (abortados), vemos cada vez más la pérdida de los valores, se presenta la mentira
como verdad, nos quieren imponer un modelo de familia que va en contra de la Ley Natural y sobre todo que va en contra de Dios,
hay gente que ha perdido el sentido de lo moral (se actúa sin parámetros éticos), se presenta en una palabra lo malo como bueno.
Pero hay una promesa grande que el mismo Isaías lanza con esperanza: “pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá
sobre ti”.
En medio de las tinieblas, siempre hay una esperanza, Isaías lo simboliza con el tema de la luz y San Mateo con el tema de la Estrella
que guía a los Magos.
Esa luz, es Jesús mismo, es una gracia especial que compartimos desde la fe, como herencia grande de todos los tiempos. San Pablo
se atrevió a decir que: “también los otros pueblos comparten la misma herencia…y partícipes de la promesa en Jesucristo” (Ef.3,2-
3.5-6). Jesús se nos regala, como una bendición permanente: ¿seremos capaces de aceptarlo en nuestra vida?
Las tinieblas, pueden “revestirse de bondad”, sino escuchemos al evangelista Mateo: “Vayan y averigüen cuidadosamente acerca
del niño y, cuando lo encuentren, avísenme, para ir yo también a adorarlo…” nos dice Heredes (Mt.2,1-12) ¿Cuántos de nosotros
apostando por las tinieblas nos revestimos de bondad? (discordia, chismes, envidias, crímenes, pornografía, droga, abortos,
pandillaje, coimas en algunas instituciones…), y lo curioso y triste de todo es que aparecemos ante los demás como gente buena y
religiosa. Es que la tiniebla, no tiene que ser parte de nuestro quehacer cotidiano. Los Magos, según el relato del evangelio de hoy,
se dejaron guiar por la Estrella de Belén, en una palabra por el Espíritu de Dios. ¿Y nosotros por quién nos estamos dejando guiar?:
¿por la envidia?, ¿por el qué dirán?, ¿por los caprichos?, ¿los prejuicios?, ¿el egoísmo?, ¿por el afán de tener, de poseer?, ¿por la
falta de perdón?… O ¿verdaderamente me dejo guiar por la luz del Espíritu de Dios en nosotros? Hoy, el mundo nos quiere convencer
de que no necesitamos a Dios para obrar el bien, de que no necesitamos de unos parámetros éticos para construir una sociedad
más justa y más fraterna, más cristiana.
El amor de Dios no tiene fronteras, “la caridad es inventiva hasta el infinito…” (SVP). Yo no puedo encasillar el amor de Dios, su gracia
salvadora, el Amor (la luz) de Dios rompe con todo tipo de fronteras, incluso la de la muerte (si creemos resucitamos).
Nace Jesús, nace la esperanza. Ya es hora de levantar nuestra cabeza cabizbaja, porque Jesús ha nacido; ya es hora de abrir nuestros
corazones para abrazar al hermano que he ofendido, porque nace la esperanza; ya es hora de pregonar, con nuestra vida, que Cristo
Jesús nace en Belén, y quiere nacer en el Belén de nuestra vida. Llevemos el mejor regalo a Jesús, que es nuestra propia vida.
Bienaventurados nosotros, porque contemplamos al que nos da la paz, la luz, la esperanza, el amor, la Fe.
Los reyes cayeron de rodillas, pero antes se llenaron de inmensa alegría. Hoy también podemos adoptar esa actitud. ¿Quieres
reconocer que Jesús es tu Rey y Señor?, ¿tu Luz y tu Esperanza?
Con mi bendición.