El contexto del relato del pasaje que se le conoce como “la huida a Egipto” pone de relieve la figura de José, el esposo de la Virgen María y ahora también el protector del niño, como una persona que sabe escuchar el mensaje divino y realizarlo al pie de la letra. 

Se ubica el relato después que tuvo lugar la visita de los magos venidos de lejos buscando al rey que había nacido a quien le presentaron como regalo oro incienso y mirra.

Herodes al sentirse burlado por los que habían venido de lejos pues no cumplieron con ir a avisarle donde se encontraba el niño montó en cólera y al saber que niño era el que ponía en peligro la sucesión de su familia en el trono del reino, porque habían sido claros en su pregunta “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?”

Siendo que el niño está amenazado por la orden que Herodes dado a los soldados de acabar con todos los niños menores de dos años en la ciudad y alrededores, se le presenta, a José, nuevamente hablándole en sueños, el ángel del señor, para hacerle saber que el niño corre peligro y por lo tanto debe proteger no solamente al niño sino también a la mamá, su esposa María, tarea que José realizó diligentemente y con premura y esperando ser avisado nuevamente para poder regresar.

En el relato nuevamente José aparece como el que escucha y obedece los mandatos del Señor en todo y tiene premura en realizarlos, por eso toma la protección de su familia como tarea principal y cuando cree que esta pueda estar en peligro espera a que el Señor le oriente en lo que debe hacer sin adelantarse a la voluntad de Dios. San Vicente de Paúl habría dicho que San José no se adelantaba a la divina providencia, sino, que esperaba a que esta se manifestase para seguirla fielmente.

 

El evangelista nos hace saber la razón de aquel viaje de ida y vuelta y la razón es “Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: de Egipto llamé a mi hijo” pueda que con este señalamiento quiera expresar que va a iniciar un nuevo pueblo, como el antiguo, rescatado por el señor de la esclavitud de Egipto y a quien lo condujo por medio de Moisés, por el desierto durante cuarenta años, hasta entregarles la tierra prometida, aquella que mana leche y miel.

La necesidad de hacer notar que todo lo que va sucediendo es para que se cumpla lo que el Señor había dicho por los profetas es posible que esté justificada en cuanto los miembros de la comunidad para la que escribe su evangelio en su mayoría sean israelitas de tal manera que estos reconozcan el cumplimiento de las promesas hechas por Dios por medio de los profetas a su pueblo.

QUE TODOS SIGAMOS EL EJEMPLO DE SAN JOSÉ Y SEAMOS ATENTOS EN ESCUCHAR LA VOZ DEL SEÑOR Y PRONTOS EN PONER EN PRACTICA LA VOLUNTAD EXPRESADA.

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