Celebramos este domingo la jornada mundial de los pobres y al hacerlo debemos tener en mente el texto del evangelio según San Mateo en el capítulo 25 versículos 31-46 donde el Señor Jesús expresa seis maneras de manifestar el amor al prójimo y donde llega a identificar al rey con los que reciben estas muestras de amor efectivo. En el desarrollo del año Litúrgico se dedica un domingo para resaltar y celebrar la divinidad del señor Jesús presente en el Santísimo Sacramento del Altar y ahora con la celebración de la jornada mundial de los pobres se resalta y celebra la presencia de nuestro señor Jesucristo en su humanidad presente en la persona de los pobres.
Es decir, un creyente que ha aprendido a adorar al Señor en el Sacramento del altar debe también reconocerlo presente en los hermanos menores del Señor, en los pobre y necesitados.
Divinidad y humanidad juntas. Debemos aprender a valorar en la persona de Nuestro Señor Jesucristo estas dos realidades que le pertenecen y de esa manera aprenderemos a valorar a quienes son sus hermanos más pequeños, los pobres necesitados saliendo a su encuentro para acompañarlos y saciar sus necesidades y promoviéndolos de tal manera que salgan de su condición de carencia y puedan valerse por sí mismos.
Que la celebración de la Jornada Mundial del Pobre nos recuerde a todos que estamos llamados a practicar siempre las OBRAS DE MISERICORDIA: CORPORALES Y ESPIRITUALES.
Dicho esto, en ocasión de la jornada mundial de los pobres, meditamos el evangelio de este domingo donde se nos presenta a este grupo admirando el templo y ponderando su belleza arquitectónica y los exvotos que lo adornan. Y es que para el judío el Templo era motivo de orgullo y de seguridad, de que Dios habita en medio de ellos, que si desean encontrar a Dios saben que pueden ir al templo con la seguridad de encontrarlo. Como por ejemplo aquellos nueve leprosos que no volvieron para dar gracias al Señor Jesús ya que al ser enviados donde los sacerdotes, que se encuentran en el templo, están seguros de encontrarse con Dios y allí alabarlo, bendecirlo y glorificarlo por el favor recibido al ser sanados y quedar limpios de la lepra.
El Señor Jesús aprovecha de la ocasión para hacerles caer en la cuenta que no es el edificio lo que debe sostener su fe ya que este puede desaparecer por acción del propio hombre, ya había sucedido antes y tuvieron que reconstruirlo o también por acción de los fenómenos de la naturaleza.
Al atraer la atención de los que admiraban el Templo y luego de haberlo escuchado urge en los presentes la necesidad de saber cuándo sucederá. Pero el Señor Jesús les advierte que eso no es lo importante, sino que lo importante es perseverar y dar testimonio de Él delante de los que no lo conocen y que al dar testimonio lo harán con palabras y sabiduría que Él mismo les dará y a la que no podrán hacer frente ni contradecir, y esto para que se note la acción de Dios sobre los que le sirven.
Los creyentes corren el peligro de ser engañados, serán testigos de noticias tremendas, no solo en la tierra sino también signos en el cielo, incluso, su propia familia, se pondrán contra ellos por causa de su nombre.
Y termina el pasaje asegurando el Señor Jesús que no teman por el contrario son invitados a perseverar sabiendo que es perseverancia le traerá la salvación.