La lectura del evangelio de San Lucas del día de hoy nos presenta el conocido pasaje der la oración que el Señor inculca a sus discípulos: el Padre Nuestro.
Pareciera que no corren buenos tiempos para la valoración y el cultivo de la oración en la época moderna en la que nos encontramos. La influencia de los instrumentos digitales, el transcurrir de las noticias a velocidad vertiginosa y en cualquier parte del mundo, la utilización de las máquinas para cualquier cosa, la incapacidad para soportar y dar sentido al silencio, la búsqueda de soluciones momentáneas ante las presión de las necesidades que nos reclaman respuesta… Y, sin embargo, más que nunca necesitamos espacios de cultivo interior, de la valoración de la vida trascendente, del fortalecimiento del cuerpo y del espíritu sintiendo necesidad de espacios personales que den sentido a nuestra vida para responder con sinceridad y profundidad a tantos interrogantes e inquietudes en el día a día de nuestra existencia. Con seguridad así lo entendió también el Señor en relación a sí mismo y a sus discípulos y por eso les propuso un “ejercicio” de vida interior, desde la fe, para mostrarles “una pedagogía” que les ayudara a profundizar en su propio crecimiento personal.
Centrándonos en la oración del Padre Nuestro, que el Señor presenta a sus discípulos en el evangelio del día de hoy, la invocación inicial «Padre» marca el sentido de la oración. De esta manera se dirigía el Señor a su Padre Dios como “padre, abba, papá”. Jesús, al expresarse así, mantiene una relación de cercanía, intimidad y confianza propia de un Hijo que siente necesidad plena de su padre. Demuestra, además, un sentido de docilidad y de plenitud en la aceptación incondicional del cumplimiento de la voluntad de Dios y de las exigencias que conlleva el proceso de la instauración del Reino.
Tras la invocación “Padre Nuestro” surgen en la oración dos deseos y tres peticiones solicitadas a su Padre Dios. En relación a los deseos, “santificar” es el reconocimiento y aceptación de la grandeza y divinidad de Dios, dimensión trascendente hacia donde se debe dirigir la oración porque de Él procede todo. “Venga tu Reino”, máximo objetivo del Señor y por el cual su vida tiene sentido en el anuncio de la “Buena Nueva”. Jesús inaugura y consolida el Reino, que culminará al final de los tiempos, y en su instauración, será una exigencia compartida y asumida por sus propios discípulos.
Las peticiones son necesidades que el Señor siente como clamor de las necesidades humanas básicas en el diario vivir y en las relaciones interpersonales. El pan, primera petición, es el alimento básico en muchas culturas desde tiempos pretéritos y significa ponerse en manos de la Providencia con humildad para satisfacer el sustento diario sin lo cual no se puede vivir. El perdón, segunda petición, es imprescindible en la predicación de Jesucristo para reconocer la misericordia de Dios Amor y para ofrecerlo a los demás. La tercera y última petición: “no nos dejes caer en la tentación”, equivale a pedir a Dios que nos proteja en el peligro. No se pide que las pruebas, dolores y cruces de cada día desaparezcan, están siempre en la debilidad e imperfección de nuestra naturaleza humana, sino que necesitamos de la ayuda de Dios para superarlas.
Después de presentarles la oración del “Padre Nuestro”, Jesús les indica a sus discípulos una serie de recomendaciones. Fundamentalmente les dirá, en este pasaje y en otros momentos, que la oración en perseverancia, fe y humildad, será imprescindible para fortalecer su vida y el encuentro con Él.