La reflexión del evangelio de este día cambia de temática en relación a los domingos precedentes. Anteriormente la Palabra del Señor nos ha presentado algunas recomendaciones y actitudes que Jesús da a sus seguidores para purificar cada vez más su proceso de seguimiento y compromiso en la instauración del Reino de Dios. Hoy el evangelio nos narra cómo Jesús y sus discípulos hacen un alto en el camino y se detienen en un pueblo y son acogidos por Marta y María, muy probablemente las hermanas de su amigo Lázaro cuya experiencia “resucitadora” se nos narra en Jn. 11. Una vez más, Jesús rompe con las costumbres de la época y, para escándalo de los fariseos, solicita hospitalidad en casa de dos mujeres donde no se menciona que hubiera también hombres.
Nada más llegar Jesús, Marta se preocupa por atenderlo con delicadeza y esmero. Se siente hiperactiva, comprometida para que no le falte nada a “su Señor”. Contrasta con la actitud de María, dedicada a la escucha, atenta y concentrada, a lo que el Señor le va comunicando. “¿No te importa que mi hermana me deje sola en la tarea? Dile que me ayude…” (Lc. 10,40). El Señor reconoce el espíritu de servicio de Marta pero le recuerda que “Andas inquieta y agobiada por muchas cosas” (Lc.10,41) y debes liberarte de tantas preocupaciones. Una interpretación momentánea puede derivarnos a pensar que María representa la actitud contemplativa y que es la que el Señor da prioridad en la experiencia que sostiene con las hermanas y Marta la actitud activa, el servicio la entrega, la ayuda a los demás que el Señor pareciera que le disgustara o pusiera ciertos reparos. Sin embargo la enseñanza de Jesús no se circunscribe exactamente a eso. Jesús critica, más bien, el modo en el que Marta realiza el servicio, la preocupación excesiva que le impide estar atenta a otras dimensiones, también importantes. Jesús pretende poner de manifiesto la importancia de la capacidad de escucha, del sentido de la hospitalidad compartida, del diálogo…
No sería acertado oponer, a la luz de las palabras de Jesús, la actitud de Marta, estar al servicio de los huéspedes, con la de María, escuchar las palabras del Maestro. En muchas ocasiones se ha leído este encuentro resaltando la superioridad de la escucha de la Palabra sobre el servicio, de la oración y la contemplación sobre la actividad cotidiana, de la contemplación sobre la acción. Sin embargo, no es una lectura fiel al sentido del texto. Jesús, insistimos, critica el modo en el que Marta realiza el servicio, la preocupación excesiva que le impide estar atenta a otras dimensiones, también importantes. Hablar de «la parte mejor»
equivale a poner de relieve la necesidad e importancia de la escucha. No significa despreciar la actividad, el servicio; pero sí implica la exigencia radical del seguimiento, que nace de la llamada del Señor y se manifiesta en la entrega confiada a la voluntad del Padre. No significa despreciar la actividad, el servicio porque el Señor en el transcurso de la instauración del Reino lo expresa en múltiples ejemplos identificándolo con actitudes de caridad; pero sí implica la exigencia radical del seguimiento, que nace de la llamada del Señor y se manifiesta en la entrega confiada a la voluntad del Padre. La escucha y el servicio son absolutamente compatibles; ni la escucha es impedimento para el servicio ni el servicio puede obstaculizar el servicio y entrega hacia los demás.