Al meditar sobre el evangelio de este domingo llama la atención que un MAESTRO DE LA LEY le pregunte al Señor Jesús sobre “¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?” Se supone que como maestro de la Ley debe saberlo, por eso el evangelista apunta que la intención de la pregunta es para poner a prueba a Jesús. Y que esa era la intención, queda corroborado por lo que después responde el maestro de la Ley cuando el Señor Jesús le hace la pregunta sobre que está escrito en la Ley.
Como para que también lo recordemos el Señor Jesús anima a que se haga eso y se tendrá la vida.
Al MAESTRO DE LA LEY le queda claro todo el mandamiento en relación a Dios, eso de “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con toda tu mente,…” casi siempre nos pasa lo mismo también a nosotros, cuidamos nuestra relación con Dios. Pero la parte que se refiere a “…y al prójimo como a ti mismo”, es cuando empezamos a tener problemas como el maestro de la Ley; cuando se trata de portarse como PRÓJIMO con aquel que necesita nuestra ayuda entonces viene en nuestro auxilio el MAESTRO DE LA LEY preguntando “¿y quién es mi prójimo? Como quien no sabe identificarlo.
Pero al igual que al MAESTRO DE LA LEY también a nosotros nos cuenta el Señor la parábola para al final preguntarnos a nosotros al igual que al maestro de la Ley “¿Quién…te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los asaltantes?
Si nosotros hemos prestado atención a la parábola que ha narrado el Señor Jesús responderemos como el MAESTRO DE LA LEY “El que lo trató misericordia ”, el que actuó como actúa Dios que es MISERICORDIOSO con todos, ya que todos necesitamos de Él. La pregunta del Señor Jesús al final del relato de la parábola tiene como finalidad dejar ver cómo está formada nuestra conciencia, si fue formada rectamente entonces responderemos al igual que el personaje que está frente al señor Jesús queriendo justificar su pregunta, el que lo trató con misericordia y nuevamente el Señor nos dirá “Ve y haz tu lo mismo”.
Y es que quien quiere salvar su vida no se puede contentar con amar a Dios también debe amar a su prójimo de la misma manera que se ama a sí mismo. Sí a Dios debemos amarlo por sobre todo es porque es Dios y al prójimo lo amamos porque al igual que nosotros somos imagen y semejanza de Dios que nos ha creado. No hay escapatoria y quien pretenda hacerlo he de decirle que va a desaprobar para la vida eterna.