Nos presenta el evangelio de esta semana al Señor Jesús enviando al grupo de setenta y dos a los pueblos y lugares adonde piensa ir Él, pero al enviarlos los envía de dos en dos como quien dice para que se den animo mutuamente por el camino y así lleguen a cumplir el mandado.
Pero al enviarlos les da a conocer una serie de actitudes a tener presente durante el encuentro con los hermanos a los que son enviados, siete en realidad:
1.- Rogar al dueño de la mies: porque la cosecha es abundante y se necesita muchos obreros para recoger la cosecha. Tener presente que lo que se pide son cosechadores no sembradores, pues quien siembra la palabra es el Señor mismo.
2.- Ponerse pronto y sin demora en el camino: aunque la misión tiene sus propios peligros que ellos no los detengan ni tampoco las dificultades, no llevar nada para el camino es expresión de confianza en aquel que envía.
3.- Llevar la paz a los que moran la casa: somos enviados para llevar la paz de aquel que nos envía y cuya paz nosotros mismos somos portadores de esa paz por ser gente de paz.
4.- Quedarse en la misma casa: implica participar de la misma suerte de los miembros de la familia que habitan ese hogar, comer, beber lo mismo que ellos. Al ser enviados, no supone adquirir privilegios frente a los que vamos a encontrar, por el contrario es participar de la vida de la gente con la que nos vamos a encontrar. Somos portadores de buenas noticias para esa casa y los que la habitan por lo que no debemos estar cambiando de casa.
5.- Si los reciben bien, coman lo que les pongan y curen a sus enfermos: nuevamente aparece el indicativo de comer lo que les pongan, es una manera de hacernos iguales y de conocer en carne propia lo que supone a veces las carencias de los hermanos y que nos lleva a buscar maneras de ayudarles a que encuentren caminos para que puedan salir de la condición en que se encuentran y es por eso que la misión también supone hacerles el bien que está en nuestras manos.
6.- Si no los reciben, de todas maneras anuncien les que el reino de Dios está cerca: en cuanto los enviados son portadores de BUENAS NOTICIAS, no deben olvidar cual es la misión pues corren el peligro de convertirse en anunciadores de MALAS NOTICIAS y en vez de bendecir terminen haciendo lo contrario. Ayudar al hermano a reconocer su propia situación de vida para que de ahí se empiece a caminar hacia la conversión es también una BUENA NOTICIA y por eso el gesto de sacudir el polvo de los pies, no como acusación sino como signo de ayuda a que caigan en cuenta que renuncian a escuchar una BUENA NOTICIA que es la cercanía del reino de Dios.
7.- Las decisiones tomadas tienen su consecuencia: pero que esto no nos haga olvidar que al final le corresponde al Señor hacer de juez de los actos de cada uno y a cada quien le corresponderá según su apertura o rechazo a la BUENA NOTICIA que consiste en aceptar que Dios en su gran amor y misericordia busca salvarnos a todos y que por eso ha enviado a su Hijo Jesús quien por amor a todos entrega su vida para salvación de todos.
Como consecuencia de realizar la misión que se les ha encomendado los enviados descubren que eso les provoca alegría, aunque no saben a ciencia cierta de donde nace y entonces asumen que es por haber podido someter a los demonios por la potestad recibida. Pero es el mismo Señor quien se encarga en hacerles notar de donde nace esa alegría, es porque sus nombres están inscritos en el cielo y por lo tanto por haber hecho lo mandado ahora les toca ser ciudadanos del cielo, destino definitivo del creyente, estar junto a aquel que los envía, en el lugar que Él mismo prepara para los suyos.