Hermanos:
Cuando se terminó de escribir el evangelio según San Juan (alrededor del año 100 d.C.), los cristianos estaban viviendo situaciones difíciles: persecuciones, dudas, miedos, deserciones. La fe de los primeros cristianos era puesta a prueba con esta situación y necesitaba ayudas para fortalecerse. Con su obra, el autor del evangelio intentará colaborar para devolverles el ánimo y la esperanza. Es en este contexto que podemos analizar el evangelio de este tercer domingo de pascua, tomado precisamente del evangelio según San Juan.
Hay que saber que el evangelio según San Juan está lleno de símbolos e imágenes que expresan una realidad mucho más profunda que la que aparece a primera vista. En este evangelio, cada palabra y frase probablemente tiene un sentido profundo. Por ejemplo, en el relato de este domingo, no es casualidad que se nos diga que los discípulos de Jesús que quedaron después de la resurrección “salieron a pescar” y que lo hicieron “de noche”. Antes de conocer a Jesús, muchos de ellos se dedicaban a la pesca. De hecho, Jesús los llamó a seguir en el mismo oficio de ser “pescadores” de hombres. La pesca, pues, es símbolo de la vida los discípulos. Ahora, después de la muerte de Jesús, decidieron retomar sus vidas: volver a pescar. Sin embargo, la vida que querían retomar era distinta porque alguien faltaba: Jesús ya no estaba, ellos estaban solos. Por eso el autor aclara que cuando quisieron volver a pescar “era de noche”, es decir, faltaba Jesús que es la “luz del mundo”. El resultado de ese intento por comenzar a vivir solos no fue bueno. Aunque costara aceptarlo, sin Jesús sus vidas no eran las mismas. La frase “no pescaron nada” simboliza la aridez, la oscuridad, las dudas y el miedo de llevar una vida sin Jesús.
Pero cuando Jesús aparece en escena, la cosa cambia: ya pueden pescar, la vida da fruto, vuelve la luz y la alegría. Y con la alegría propia de una vida que se sabe acompañada de Jesús, se puede incluso hasta cargar con el peso de cualquier dificultad, miedo o sufrimiento. El relato dice que los discípulos pudieron con una red con ciento cincuenta y tres peses, simbolizando que el cristiano, con Jesús, puede con cualquier peso en la vida.
Es claro, pues, el mensaje que el evangelista le quiso dar a sus hermanos cristianos de su tiempo. Fue como si les dijera: “En este momento estamos como los discípulos que intentaron salir a pescar, es decir, a vivir: con miedo, sin fruto aparente, solos, perdidos, sin saber por dónde ir en medio de tantas persecuciones. Pero Jesús no nos ha abandonado, sigue junto a nosotros, nos alimenta, y hará que nuestras vidas den frutos, aunque ahora las cosas parezcan ir mal”. ¿Logró el autor del evangelio su cometido? Si tenemos en cuenta que estos mismos cristianos fueron los que extendieron la fe en Jesús por todo el mundo, sin miedo a sufrir o morir por él, definitivamente sí. Y este es un mensaje que nunca debemos olvidar: por más que nuestra vida se parezca a una pesca infructuosa, por más que vivamos en medio de la oscuridad, por más que los problemas nos invadan, siempre Jesús aparece para darnos su luz, para alimentarnos, sostenernos y para repletar nuestra red. Con Jesús al lado, no hay problema que no se pueda resolver.