Qué bueno es ser auténticos, para que el mundo crea
Recita un dicho popular: “un ejemplo arrastra más que mil palabras”. Una historia nos puede alentar en esto.
Un Señor, a quien llamaremos “Don Max” vivía en un pueblo donde había mucha vegetación, muchos sembríos, etc, y donde los pobladores siempre se trataban con mucho respeto. Los niños cada vez que veían a Don Max, siempre le hacían la reverencia y el saludo de cortesía diciéndole: “buenos días, buenas tardes o buenas noches Don Max, ¿cómo le va?”. Este, sólo respondía con una pequeña sonrisa y una palabra amable: “estoy muy bien, gracias a Papá Dios”. Muchos comentaban: “nunca se le ve triste, y vayan a ver cómo los niños se le acercan con respeto para pedirle a Don Max que les bendiga”. Y es que se ganó el respeto de “su pueblo”, como él le llamaba, ya que siempre estaba para todo: necesitaban que alguien le arregle su casa, Él siempre estaba; el colegio, necesitaba algunos arreglos en cada aula, y siempre Don Max, prestaba ayuda…pero siempre sonreía. Un día el pueblo le echó de menos. La razón, no la sabían. No salía de casa un día, y tres días también. Un grupo de niños con sus padres fueron a verle a su casa, con un poco de miedo, ya que le tenían tanto respeto que no se acercaban así no más a la casa. Al acercarse a la puerta escuchan un llanto, como hablando con alguien: “Señor dame la oportunidad de vivir algunos días más, ya que aquí me necesita mi pueblo, si tú lo quieres así”. Al día siguiente, el mismo grupo se acerca a la puerta de su casa, y el llanto cesó y el diálogo también. Entran a su casa y de pronto le encuentran tirado en el suelo con una cruz en su mano. Jesús lo llamó a su casa para siempre. El pueblo se enteró y en los funerales, todos (chicos y grandes) repetían: “se fue de nuestro pueblo un hombre bueno”.
Siempre encontramos en el diario vivir ejemplos que ayudan a crecer, como “Don Max” y otros, pero también lo contrario: ejemplos que no nos ayudan a crecer. El eclesiástico lo advierte: “cuando el hombre habla se descubren sus defectos. El horno prueba la vasija del alfarero” (Eclo.27,4-7). Estamos asistiendo a un mundo muchas veces, carente de valores: el decoro, la cortesía, la prudencia, la pureza de deseo – de intención – de acto, el ser agradecidos, etc. Quizás porque no queremos crecer de manera ordenada y, desde el plano de la fe, según las exigencias de Dios mismo. Un árbol se conoce por sus frutos.
Ser buenos cada día no es una exigencia de “ayer” o del “pasado”, es una tarea de toda la vida, hasta que nos muramos. El que es bueno, hasta en su vejez, según, el salmo de hoy, da fruto: “En la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso” (Salmo 91).
Aquel Señor de la historia nos enseña que es necesario trabajar “siempre por el Señor, sin reservas, convencidos de que su fatiga por el Señor no quedará sin recompensa”(1Cor.15,54-58). Es cierto que “el aguijón es el pecado”, como advierte San Pablo, pero este no va a ser vida en nuestra vida cuando nos abrimos a Dios mismo, a Jesús que ya venció a la muerte, al pecado con su muerte y su Resurrección. Jesús siempre debe ser el motivo por el cual tú, yo y todos debemos ser buenos y que eso se note cada día de nuestra vida.
¿Cuál es el peligro que hay que evitar en la tarea de ser auténticos o buenos cada día? Fijarse en la falla del otro, sin darse cuenta que yo también pueda tener la misma falla o quizás más. Escuchemos a Jesús: “¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que tienes en el tuyo?” (Lc.6,39-45). Las relaciones fraternas se quiebran, dejan de tener sentido cuando todo el tiempo nos pasamos señalando los defectos del otro, como si no hubiera virtudes en los demás. Es cierto que ante las cosas malas no hay que guardar silencio, pero también es cierto que estamos llamados a predicar con y desde el ejemplo. Jesús advierte que el señalar a los demás en sus faltas, sin sustento y sin ejemplo, se llama hipocresía. ¿Se puede exigir algo que no se puede vivir?
Qué sabio es Jesús porque dice: “El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal”. Nuestras palabras y acciones siempre tendrán sentido, y serán creíbles cuando vivimos conforme a lo que exigimos (cf.Stgo.2,14-18).
No podemos excusarnos de no ser buenos, ya que sí se puede con la ayuda de la gracia (Jn.15,5; Filp.1,21). El santo de los niños, San Felipe Nery decía: “sean buenos mientras puedan”. A todos nos cuesta serlo, pero creo que esforzándonos por vivir según lo que Dios quiere, pidiendo ayuda a Él y a su Madre Santísima y a otros que viven conforme a lo que creen, podemos hacer realidad aquello que también dice Jesús hoy: “Cada árbol se conoce por su fruto”.
Qué bueno es ser auténticos, qué bueno es ser buenos cada día para que el mundo crea.
Con mi bendición.