Ponerse en camino, como María
Eran unos veinte jóvenes aproximadamente que se pusieron en camino a un lugar de misión de la selva peruana. Llevaban en su pecho, la alegría de un Jesús vivo; en sus labios, palabras que brotaban del corazón enamorado de Jesús; en su corazón, el amor ardiente por hacer que los pobres que iban a encontrarse puedan tener a Jesús; en sus manos, el calor y la acogida fraterna. Al llegar a ese lugar, después de caminar por cerros, pasar ríos y riachuelos, soportando la incomodidad del camino, les recibieron un grupo de niños y niñas que con sus padres les abrieron sus brazos para darles la bienvenida.
¿Te has puesto a pensar cuán valioso es el gesto de ponerse en camino? El texto del evangelio de hoy domingo, nos presenta la figura de María Santísima que “se puso en camino y fue a prisa a la montaña” (Lc.1,39-45). Ponerse en camino implicará salir del lugar donde se está y dejarlo. Esto significa que la persona deja todo: casa, ilusiones, trabajo, proyectos, etc. Con una única finalidad: llegar al lugar señalado; es dejar lo que está “atrás” y no mirarlo, más bien, mirar hacia adelante.
Adviento es un tiempo para ponerse en camino dejando: miedos, tristezas, desesperanzas, esclavitudes, para tener la libertad del Espíritu y dejarse llevar por donde Dios mande o inspire.
María tenía un propósito: visitar a su prima Isabel. ¿Podemos trazarnos en esta última semana de Adviento de visitar a Jesús? ¿Saben qué provoca este encuentro de María con Isabel? Gozo: “En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre”. Aquellos jóvenes de la historia tuvieron el propósito de encontrarse con los más pobres de aquella comunidad de la selva peruana, y Dios a través de ellos provocó en los niños y sus padres: el gozo de verles, el gozo de saber que ellos les iban a hablar de Dios. Llenarse de Dios: “Se llenó Isabel del Espíritu Santo”. ¿Tanto puede Dios? Pues sí, eso y mucho más. Isabel por tanto, ante la visita de María Santísima se llenó de Dios. Adviento es un tiempo para llenarse de Dios. Reconocimiento de la Virgen como Madre del Salvador: “Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre”. Adviento es un tiempo para reconocer que María nos trae la Salvación encarnada, que es Jesús mismo: “¿Quién soy yo para que me visite la Madre de mi Señor?”. Reconocimiento de las promesas mesiánicas: “Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”. En María se cumplen las promesas mesiánicas, las promesas salvadoras, porque Dios siempre está con ella.
Qué bueno es tener a puertas de celebrar la navidad la figura de María Santísima, la mujer del adviento. Porque su vida misma fue una constante apertura para las cosas de Dios.
Tenemos, en este tiempo de adviento, varios retos: abrirnos como María Santísima, para las cosas de Dios; ponerse en camino, para llevar el gozo de un Jesús que viene a salvar, para que todos se llenen de Él y para que reconozcan que en María Santísima Dios puso su mirada para que nos regale a su hijo Jesús salvador del mundo.
¿Cuánta gente habrá bendecido María Santísima cuando estaba camino al encontrarse con Isabel?, ¿saben que María Santísima celebró la primera procesión del Corpus Christi?, la razón: lo llevaba en su vientre, este fue la primera custodia. Ahora entendemos por qué María Santísima es signo de bendición, porque llevó en su seno al autor de esa bendición.
¿Aceptamos el reto de ponernos, como María Santísima, en camino?
Con mi bendición.