Queridos hermanos este domingo encendemos la segunda vela de nuestra corona, y con ella la claridad en las tinieblas, cada día va tomando fuerza, para conducirnos al misterio pleno de la Encarnación del Verbo. Misterio que nos trae la esperanza de un niño que nos salvará.
“Una voz grita en el desierto”. Sin duda, estamos en tiempos distintos y en momentos lamentablemente diferentes al tiempo de Juan el Bautista y del Señor. Existen en nuestro tiempo voces que siguen implorando ser escuchadas, implorando la benevolencia y tolerancia de sus autoridades, pero por más que el grito se haga intenso, mayor es la sordera de los poderosos. No son capaces de escuchar el clamor de un pueblo afligido y agobiado por la indiferencia. Una indiferencia que se convierte una nueva forma de huir al abandono, una nueva salida a Egipto, para que las redes de la maldad no nos alcancen.
El Bautista ha gritado nuevamente, para que se prepare el camino del Salvador, para que todos nos encaminemos a la conversión y al cambio de vida en que nos encontramos, es una voz que aflige, una voz que nos dice que estamos caminando en las tinieblas del mundo. El mundo nos ofrece más comodidades que la misma fe, siempre nos movemos en espacios donde mejor se acomoden nuestras intenciones, nuestros afanes e intereses, porque en estos últimos tiempos nos hemos convertido en cristianos interesados y comodines de la mediocridad del mundo cruel.
Por eso tiene sentido una vez más la llamada de Juan, invitándonos a salir del fango en que nos encontramos, no hemos reconocido en las señales de los tiempos que Dios está queriéndonos decir algo. Ya ha quedado por lo visto atrás una frase tan sonada “Voz de los que no tienen voz”. Nos estamos engañando queriendo ser la voz autorizada de otros, hablando por otros sin verdaderamente escuchar si eso es lo que verdaderamente quieren decir, no podemos seguir jugando con el sentimiento de nuestros amos y señores.
Que lo torcido se enderece. Queridos hermanos estamos a tiempo de enderezar nuestra propia vida, el tiempo nos es muy propicio, tenemos que creer que podemos cambiar de vida, podemos emprender un nuevo camino más seguro. Que no nos cueste dejar la comodidad del pecado, salgamos y liberémonos nosotros mismos.
Que este tiempo de Adviento que va en su segunda semana, nos ayude a mirar mejor las cosas, que nos propongamos metas para que las cosas marchen mejor. Que nuestras familias recobren su amor, y que la unidad de sus miembros se alegre como las flores de primavera. Que cada joven, niño y adulto no se pierda en el camino de indiferencia. Regalémonos todos un nuevo mundo y construyamos puentes de paz y de libertad y que nuestra vida se siga iluminando con la luz del que va a llegar.