Testificar y seguir a Jesús muerto y resucitado
Siempre hemos escuchado que “la fe viene del escuchar”, y que “un ejemplo arrastra más que mil palabras”, pero parafraseando un dicho popular decimos: “dime cómo va tu relación con Dios y te diré la calidad de cristiano que eres”. ¿Cómo va, a propósito tu relación con Dios?, ¿de verdad va bien?, y si es así ¿por qué no se “nota” en algunos? Nuestra fe la va a marcar siempre el seguimiento de Jesús en la relación que tengamos siempre con el Maestro.
Nosotros creemos y confesamos a un Dios que da la vida por los demás, sino miremos a Isaías: “Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que tiraban mi barba…” (Is.50,5-9ª). Siempre es el mismo: el que da todo por amor, el habla y actúa muchas veces en y desde el silencio y a veces no nos damos cuenta.
¿Queremos caminar en la presencia del Señor? (cf. Salmo 114). No nos olvidemos de acercarnos a Él, ya que “es benigno y justo, es compasivo”. Este Dios en quien creemos muchas veces es despreciado o puesto en un segundo plano. Algunos grupos hasta se atreven a decir “Dios ha muerto” o lo que es peor “Dios nos estorba, no le necesitamos”. Creo que se sigue repitiendo el mensaje profético de Isaías: “no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos”. Y entonces ese es el Dios en el que tú, yo y todos deberíamos creer.
Pero no tendría sentido nada si nuestra fe, que es relación con Dios, no se “nota” en nuestro diario vivir: “¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras…está muerta por dentro” (Stgo.2,14-18). El Apóstol nos hace recordar que la fe también es relación con los demás (eso se llama vivir la caridad fraterna), es hacer realidad el mandato de Jesús de: “ámense unos a otros como Yo les he amado”. Ya podremos hablar “bonito de Dios”, pero si eso no es acompañado de obras, de una vida coherente, nada, nada tiene sentido. Es bueno recordarnos que UN EJEMPLO ARRASTRA MÁS QUE MIL PALABRAS, siempre.
Marcos, en su evangelio hoy nos presenta “dos encuestas” con un único fin: ver quién es Jesús (Mc.8,27-35). La primera es: “¿quién dice la gente que soy yo?”. Esta encuesta siempre es un termómetro de cómo va la fe de los demás, de cómo es esa relación o no con Jesús, que puede caer en el riesgo de ser superficial. Si preguntara a cualquier persona quién es Jesús, seguro que las respuestas ya son “prefabricadas”, las que vi en mi catecismo, las que escuché del padrecito o madrecita o catequista, o la que leí de algún libro católico.
La segunda encuesta: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy?”. ¿No será que esta pregunta gire en torno a cómo va de verdad mi relación con el Maestro, con Jesús? Pedro no buscó una “frase bonita”. En medio de tantas pruebas y/o dificultades pudo testificar, inspirado por el Espíritu Santo: “Tú eres el Mesías”. Y es que esa respuesta provocó que Jesús recordara a sus seguidores y de manera particular a sus Apóstoles, que Él tenía que “padecer mucho…ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes…y resucitar a los tres días”. Pero el que no quiere hablar de Dios a los demás, el que vive un cristianismo sin cruz, tiene el atrevimiento de rechazar a Dios o su propuesta de seguirle, servirle y amarle: “Entonces Pedro lo llevó aparte y se puso a increparlo”. Ay muchos falsos seguidores que no quieren la cruz de Jesús, que desean vivir un cristianismo “dietético” (sin calorías que contagien el fuego de amor a los demás), un cristianismo sin cruz, sin exigencias. Para ellos Jesús les tiene un mensaje: “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”. ¿Cuánta gente “no católica” no tiene vergüenza de hablar de Dios de puerta en puerta o en las plazas o por dónde va? Creo que es una envidia sana. ¿Y por qué no podemos hacerlo nosotros?, ¿qué nos falta?
El que sigue de verdad a Jesús, está llamado a testificar su amor a los demás, no importando el rechazo de la gente o la incomprensión (cf.Hch.1,8; 4,20; 1Cor.9,16; Lc.4,18). ¿Aceptas el reto?
Con mi bendición